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Historia de los Derechos Humanos

La trata atlántica y la abolición de la esclavitud


Antes del primer viaje de Colón a América, en Europa ya había esclavos negros, traídos desde las costas occidentales africanas por los traficantes portugueses o proporcionados por los traficantes árabes del norte de África. De hecho, desde muchos siglos antes habían existido caravanas de esclavos desde el África subsahariana hacia el norte, siendo habitual la presencia de esclavos negros en prácticamente todas las culturas mediterráneas de la Antigüedad, en Egipto en sus distintas épocas históricas, en Grecia, Roma...

El inicio de la colonización de las Antillas y la gran mortalidad entre los indios esclavizados, causada por las duras condiciones a las que eran sometidos en las minas y en los trabajos agrícolas, junto a las primeras dudas sobre la legalidad de su esclavización, hicieron que la opción de importar esclavos negros, considerados más resistentes, se fuera perfilando.

Descartada por los Reyes Católicos la posibilidad de trasladar al Nuevo Mundo esclavos musulmanes o judíos para que no hicieran proselitismo de sus religiones entre los nativos, en 1501 se autorizaron los primeros envíos de esclavos negros de los que había en España. Colonos, predicadores y gobernantes de las nuevas colonias coincidían en esta demanda, una demanda que ya no paró de crecer y que al cabo de poco tiempo originó que la ruta de los esclavos se estableciera directamente entre las costas de Guinea y las Antillas.

A partir de entonces se estableció un comercio cada vez más activo entre los reinos de las costas occidentales africanas (con la incorporación más tarde de las costas orientales de Mozambique y Madagascar), y los tratantes europeos, primero los portugueses y más tarde los traficantes de todos los países que sucesivamente se fueron apuntando a la trata atlántica: España, Inglaterra, Holanda, Francia, Suecia, Dinamarca, Brasil (primero como colonia y luego ya independiente), las colonias inglesas del norte (luego también como estados independientes)...

"Cuando llegaba el mal tiempo y se cerraban las escotillas del barco, los sufrimientos eran horribles; echados los unos sobre los otros, sofocados por el calor insoportable de la zona tórrida y por la exhalación nauseabunda que salía de sus cuerpos, la sentina del barco parecía un horno ardiente y pestífero."
Pío Baroja, Los pilotos de altura, 1931
La esclavitud, que no era ajena a las poblaciones africanas subsaharianas y de las costas occidentales, cobró cada vez mayor importancia. La captura de los habitantes de los reinos y pueblos vecinos se convirtió en una actividad mercantil para los africanos implicados en ella. A la hora de hacer un balance de lo que supuso la vergüenza de la trata atlántica no hay que olvidarse de estos protagonistas, y de modo especial de los grandes tratantes como los reyes de Dahomey o el Congo, así como de los vendedores de la costa de Nigeria, de las otras zonas atlánticas dedicadas a la trata, y de las costas orientales de Madagascar y Mozambique.
"(...) la trata ha sido el principio que ha gobernado a mi pueblo, es la fuente de su gloria y su riqueza. Sus cantos celebran sus victorias y la madre acuna a su hijo cantándole sobre el triunfo frente al enemigo reducido a la esclavitud. ¿Acaso puedo, firmando, cambiar los sentimientos de todo un pueblo?"
El rey Gozo de Dahomey al capitán Winniett, de los EE.UU., al intentar este convencerle en 1840 para que abandonara la trata. Citado por Hugh Thomas en "La trata de esclavos", Ed. Planeta, Barcelona, 1998
A los estados europeos participantes en la trata no sólo les interesaba ésta por los beneficios que el trabajo de los esclavos pudiera suponer para las explotaciones de caña de azúcar, algodón o tabaco de muchas de las colonias (o para las explotaciones mineras), sino también porque desde el primer momento se establecieron sistemas de impuestos sobre la importación de esclavos, convirtiéndose de esta forma la trata en una importante fuente de ingresos para las arcas reales.

Paradójicamente, durante el siglo XVI, mientras la servidumbre estaba en proceso de desaparición en Europa, en las colonias americanas renacía la esclavitud, y bajo sus peores formas. En pocos años, el comercio de esclavos negros adquirió una importancia económica de primer orden, y sin mayores escrúpulos los países europeos se fueron sumando a este comercio de personas. Como siglos atrás en Grecia y en Roma, en América se establecieron sociedades genuinamente esclavistas, es decir, basadas en el trabajo de los esclavos para hacer funcionar su economía y sus sistemas de producción (especialmente las explotaciones agrícolas y mineras).

"Aumentaba cada día la necesidad de negros en América. Muertos los indios de las Antillas, menguados los del continente, libres ya y exentos del servicio personal los que restaban, ricas minas por beneficiar de los más preciosos metales, en crecimiento la agricultura y fomentándose por doquier los ingenios de azúcar, todos los pobladores atentos a su provecho volvían los ojos a los míseros africanos. Y no era el gobierno el menos interesado en este tráfico, porque de él sacaba pingües sumas para su erario."
José Antonio Saco. Historia de la esclavitud (1875). Ed. Espuela de Plata. Salamanca, 2009, p. 281
Los esclavos negros no suscitaron las dudas morales que generaba la esclavización de los indios. Se llegó a argumentar que su esclavitud entre cristianos era preferible no ya a su esclavitud en sus lugares de origen (las sociedades africanas esclavistas), sino incluso preferible a su libertad, que según los colonizadores, era inculta y bárbara.

Los prejuicios hacia los negros eran de distintos tipos, por ejemplo, entre los colonizadores cristianos era utilizado como argumento para infravalorarlos el hecho de que según el Antiguo Testamento los negros eran los descendientes de Cam, el hijo de Noé que se había burlado de su padre al verlo ebrio y por lo cual éste había maldecido  a sus descendientes:

"Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró de lo que su hijo menor había hecho, dijo: 'Maldito sea Canaán. Será el sirviente de sus dos hermanos'. Luego añadió: 'Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo. Que Dios permita a Jafet extenderse, que habite en los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo'."
Génesis, 9,18-27
El caso de Bartolomé de las Casas es significativo de las profundas contradicciones a que dio lugar la colonización: en su afán de liberar a los indios de los trabajos forzosos y aliviar sus penalidades, recomendó en distintas ocasiones (al igual que otros representantes eclesiásticos y civiles) la importación de esclavos africanos, una recomendación que sólo muy tardíamente, en su "Historia de las Indias", llegó a lamentar.

Hasta finales del siglo XVIII, quienes se preocuparon por los esclavos negros, en el mejor de los casos reclamaban que se les diera un trato digno, pero sin entrar a fondo en la cuestión de la misma esclavitud. En el caso de países católicos como Portugal, España y Francia, esta postura sin duda estaba influenciada por el silencio de los sucesivos pontífices sobre la esclavitud negra. En este contexto hay que situar la labor caritativa y abnegada de distintos religiosos, como el jesuita Pedro Claver (1580-1654), atendiendo a los esclavos que iban llegando a Cartagena de Indias, tras la travesía atlántica en unas condiciones lamentables en las bodegas de los barcos negreros.

Sólo alguna voz aislada se atrevió a discrepar de la postura dominante entre los colonizadores y condenar abiertamente la esclavitud de los negros. En las colonias portuguesas, el jesuita Gonzalo Leite (1546-1603) y en las españolas, el capuchino Francisco José de Jaca (1645-1690). Pero ambos fueron obligados a regresar a las respectivas metrópolis y sus escritos fueron censurados, igual que la "Historia de las Indias" de Bartolomé de las Casas, que a causa de las críticas que contenía no se publicó hasta trescientos cincuenta años después.

"Que los negros que se traen a vender y se tienen por esclavos, son libres y que están obligados los poseedores a darles luego y a sus hijos libertad y restituirles lo servido, negando la absolución sacramental en las confesiones a los que no prometían darles luego la libertad."
Francisco José de Jaca, predicación en La Habana (ca 1681). Citado por Miguel Anxo Pena, Revista de cultura aragonesa, nº. 116, 2006
Para los colonizadores era mayor la preocupación de que los esclavos fueran bautizados y buenos cristianos que la de su falta de libertad. Una postura que sin duda no era ajena a las referencias a la esclavitud recogidas en el Nuevo Testamento, en el que no es denunciada: por un lado, exhorta a que los esclavos sean tratados dignamente, y por otro, a ellos les conmina a aceptar su condición, a ser sumisos.
"2. Todos los esclavos que residan en nuestras islas serán bautizados e instruidos en la religión católica, apostólica y romana. Ordenamos que los habitantes que compren negros recién llegados adviertan, en el plazo máximo de ocho días, al gobernador y al intendente de dichas islas, bajo pena de multa arbitraria; estos darán las órdenes pertinentes para inscribirlos y bautizarlos en un tiempo conveniente."
Código Negro francés, 1685. Citado por Jean Meyer, Esclavos y negreros, Aguilar, Madrid, 1990
Pablo III se había manifestado en contra de la esclavitud de los indios en 1537, pero no fue hasta 1839 cuando de forma oficial e inequívoca la Iglesia se pronunció, a través de Gregorio XVI, en contra de la esclavitud de los negros. Habían pasado tres siglos, durante los cuales distintos papas se habían referido a la esclavitud, insistiendo en la denuncia de la esclavización de los indios e incidiendo de forma progresiva en los abusos que se cometían con los esclavos africanos. Incluso con pronunciamientos que se podían interpretar como contrarios a la esclavización de los negros, pero no con la suficiente claridad; como lo demuestra el hecho que las mismas órdenes religiosas presentes en las colonias en muchas ocasiones también tenían esclavos.

La postura de la Iglesia Católica no fue una excepción. Las otras corrientes cristianas de la época, dominantes en los distintos países europeos o en las nuevas colonias americanas, tuvieron una postura similar. Anglicanos, hugonotes, calvinistas, todos tuvieron un papel dubitativo, cuando no claramente a favor de la trata o de la esclavitud de los negros.

Durante el siglo XVIII se desarrolló en Francia la Ilustración y en 1751 se inició la publicación de la Enciclopedia de Diderot y D'Alembert, una obra colectiva que pretendía recoger el pensamiento ilustrado y en la que participaron los mejores pensadores franceses de la época, entre ellos Montesquieu, Rousseau y Voltaire. En general, en la Enciclopedia y entre los ilustrados la opinión acerca de la esclavitud era peyorativa:

"La ley del más fuerte, el derecho de la guerra injurioso a la naturaleza, la ambición, la sed de conquistas, el amor de la dominación y de la comodidad, introdujeron la esclavitud que para vergüenza de la humanidad, penetró en casi todos los pueblos del mundo. En efecto, no sabríamos poner los ojos sobre la Historia Sagrada, sin descubrir en ella los horrores de la servidumbre. La Historia de los Griegos, de los Romanos, y de todos los pueblos que pasan por ser los más cultivados, son igualmente monumentos de esta antigua injusticia ejercida, con mayor o menor violencia, sobre toda la faz de la tierra, a través de los tiempos, los lugares y las naciones."
Entrada sobre la esclavitud de la Enciclopedia

"Suponiendo que se salva la vida de los negros que se compran, no deja de cometerse un crimen al comprarlos, si es para revenderlos o convertirlos en esclavos. Es precisamente la acción de un hombre que, después de haber salvado a un desgraciado perseguido por asesinos, le robara."
Condorcet. Reflexiones sobre la esclavitud de los negros. 1781

"Estas palabras, esclavitud y derecho, son contradictorias; se excluyen mutuamente."
"Si la guerra no da al vencedor ningún derecho de masacrar a los pueblos vencidos, este derecho que no posee no puede ser el fundamento del derecho de esclavizarlos."
Rousseau

"Un esclavo puede pues liberarse; le está permitido huir. Como no forma parte de la sociedad, las leyes civiles no le conciernen."
"La guerra de Espartaco ha sido la más legítima que jamás se haya emprendido."
Montesquieu

Pero las contradicciones con relación a la cuestión de la esclavitud que se daban en el ámbito religioso también se produjeron entre los ilustrados franceses. Voltaire se manifestó a favor de la esclavitud, y el mismo Montesquieu, que consideraba la esclavitud contraria al derecho natural y que con sus ideas tanto influyó sobre la evolución del movimiento antiesclavista, al lado de argumentos contrarios a la esclavitud también se manifestó de forma abiertamente racista y despreciativa hacia los negros.
"No compramos esclavos domésticos sino donde los negros. Se nos reprocha este comercio: un pueblo que trafica con sus hijos es aún más condenable que el comprador. Este negocio demuestra nuestra superioridad; lo que nos da una maestría para tenerlos."
Voltaire. Ensayos sobre las costumbres y el espíritu de las naciones

"No se puede entender que Dios, que es un ser muy prudente, haya puesto un alma, sobre todo una alma buena, en un cuerpo tan negro."
Montesquieu. Del espíritu de las leyes (1748)

Eran tiempos en los que las paradojas de este tipo eran habituales (si es que ha habido alguna época histórica libre de paradojas). Así, cuando las colonias de América del Norte se enfrentan a Inglaterra y se emancipan, lo hacen en nombre de la libertad y de los agravios que reciben por parte de la metrópolis, una reivindicación legítima pero que de forma sorprendente no genera ninguna reflexión, ninguna duda, acerca de la falta de derechos de los esclavos que los mismos colonos poseían, privados de toda libertad y agraviados de múltiples maneras.

La primera declaración de derechos de una colonia americana, la de Virginia (1776), empezaba afirmando "que todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes", pero entre "todos los hombres" no se incluían los esclavos: Virginia fue un estado esclavista hasta que  los confederados perdieron la Guerra de Secesión y Abraham Lincoln proclamó la abolición de la esclavitud. En el caso de la Revolución Francesa ocurrió algo parecido, ya que a pesar de que la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano se iniciaba proclamando que "los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos", la esclavitud no fue abolida hasta cinco años más tarde, en 1794 (Napoleón la restableció en 1802, a un alto precio a causa de las rebeliones y los muertos que produjo su decisión, y sólo fue definitivamente abolida de las colonias francesas en 1848).

Durante la trata atlántica, las revueltas de esclavos se fueron repitiendo, empezando en ocasiones antes de la llegada a las colonias americanas, en los mismos puertos de embarque o durante la travesía oceánica. La más conocida de las segundas es la protagonizada en 1839 por los esclavos transportados en el Amistad. Fue una de las pocas que además terminó bien, ya que lo habitual era que fracasaran, siendo reprimidas con brutalidad, o que, consiguiendo su objetivo, al no saber manejar los barcos, los esclavos efímeramente liberados acabaran perdidos en medio del océano, pereciendo de hambre y de sed.

En las colonias españolas y portuguesas las fugas dieron lugar a los quilombos o palenques, los asentamientos de negros rebeldes. El más famoso de estos asentamientos fue el Quilombo de los Palmares, en Brasil; tenía una población aproximada de 15.000 negros rebeldes y se mantuvo durante casi todo el siglo XVII. Estos asentamientos a menudo tenían una corta vida, ya que eran acosados por las tropas coloniales, siendo duramente represaliados sus integrantes. Las revueltas de esclavos se produjeron en todas las colonias americanas de los distintos países europeos.

En las Antillas se dio el primer caso de una gran revuelta de esclavos que triunfó plenamente. En Haití, entonces colonia francesa, con una población de 300.000 esclavos y sólo 12.000 personas libres, se produjo en 1791 el levantamiento de los esclavos, liderados por Toussaint-Louverture. Tras más de una década de enfrentamientos, en 1803 consiguieron vencer definitivamente a las tropas francesas y en 1804 se declararon independientes.

Hacia la abolición de la esclavitud

La abolición de la esclavitud en Europa y América fue el resultado de un intenso debate entre los esclavistas y los abolicionistas. Entre los segundos, se destacaron como eficaces activistas los cuáqueros, una comunidad  protestante fundada en Inglaterra por George Fox (1624-1691), caracterizada por su pacifismo e impulsora de las sociedades antiesclavistas inglesas y americanas. No obstante, como en otros colectivos implicados en el abolicionismo, no todos sus miembros eran del mismo parecer, y algunos siguieron poseyendo esclavos, o incluso se dedicaron a la trata durante mucho tiempo.

Durante el siglo XVIII el Reino Unido fue el más activo traficante atlántico de esclavos. Pero entre los años 1788 y 1807 en el parlamento inglés se libró una dura batalla entre los abolicionistas y los representantes de los intereses de la trata (los mismos tratantes, los colonos propietarios de haciendas azucareras o tabacaleras, los fabricantes de productos destinados a los intercambios de la trata, los inversores y los puertos  implicados en la trata, etc.). Thomas Clarkson y William Wilberforce fueron por el bando abolicionista las figuras más significativas de este proceso, el primero dedicado plenamente a recabar información sobre la trata y difundiéndola, y el segundo defendiendo durante años las distintas peticiones parlamentarias destinadas a abolirla, algo que finalmente se consiguió en 1807. La perspectiva de los abolicionistas ingleses era que aboliendo la trata, más tarde o más temprano se llegaría a la abolición de la misma esclavitud, algo que de momento a pesar de verlo como deseable parecía imposible de alcanzar.

A la abolición de la trata por parte del Reino Unido contribuyó enormemente el cambio de sensibilidad que se había operado en la sociedad inglesa, inicialmente indiferente o favorable a la trata. Fue el resultado de un tenaz activismo, primero de unas pocas personas, pero que progresivamente fue ganando simpatías y adeptos, un proceso en gran medida liderado por los cuáqueros.

Información complementaria: Croquis del barco negrero Brookes y su utilización en el Parlamento inglés.

A partir de aquel momento Inglaterra se convirtió en abanderada de la abolición internacional de la trata, a la que dedicó grandes esfuerzos durante el siglo XIX. Entre ellos, cabe destacar la organización del Congreso de Viena de 1815, convocado con el objetivo de intentar que las naciones que seguían considerando legal la trata la abolieran (el congreso concluyó sólo con recomendaciones, sin que se fijaran fechas concretas de abolición).

"Que los hombres justos e ilustrados de todos los siglos han pensado que el comercio conocido con el nombre de 'Tráfico de negros de África' es contrario a los principios de la humanidad, y de la moral universal; (...) varios gobiernos de Europa han resuelto abandonarlo (...) Sin embargo, conociendo la manera de pensar de sus augustos Soberanos, no pueden menos de prever que, aunque sea muy honroso el fin que se proponen, no procederán sin los justos miramientos que requieren los intereses, las costumbres y aun las preocupaciones de sus súbditos (...) esta declaración general no debe influir en el término que cada potencia en particular juzgue conveniente fijar para la extinción definitiva del comercio de negros."
Conclusiones del Congreso de Viena, citadas por José Antonio Saco. Ibid (p. 334)
Algo que hay que tener en cuenta es que la abolición de la trata o la esclavitud en un país y un momento determinados no implicaba que dejaran de practicarse. La única diferencia era que a partir de aquel momento eran ilegales, y de hecho tanto barcos ingleses como de Estados Unidos (que había abolido la trata en 1810), siguieron practicando la trata; en el caso de los segundos con una actitud hasta cierto punto tolerante por parte del gobierno. En Francia, Portugal y España, a partir del momento en que prohibieron lo trata, ocurrió lo mismo, y con una permisividad todavía mayor.
"Desde 1789 hasta 1820 los negreros tuvieron la ley a su favor, ya que el comercio de esclavos era legal. Durante esta época legal, los barcos catalanes transportaron a Cuba más de treinta mil esclavos negros, que iban a capturar a las costas de África. A partir de 1820 se prohibió el comercio de esclavos, pero las autoridades españolas hicieron mucho la vista gorda, y los negreros catalanes, junto con los de muchos otros países, siguieron haciendo negocio y trasladando miles de negros hacia Cuba durante cuarenta años más, hasta 1860."
Joan Tudela. Avui, 29-5-1988
>> fragmento ampliado (en catalán)
Al disminuir la trata y con ello la posibilidad de aprovisionarse de nuevos esclavos, en algunos territorios esclavistas se empezó a favorecer la reproducción de los negros, algo que hasta entonces se había evitado considerando que era más económico comprar nuevos esclavos cuando morían que asumir la baja productividad laboral de las esclavas gestantes:
"Entonces algunos plantadores pensaron dedicarse a la 'cría'. Seleccionaban 'sementales' y 'reproductoras'. El precio de las mujeres esclavas en edad de tener hijos se elevó a la altura del precio de los hombres en la plenitud de sus fuerzas. En algunas plantaciones se consideraba que estas mujeres tenían que dar a luz un hijo por año. Los 'breeding States' principales, estados dedicados a la cría, eran Virginia, Carolina del Norte, Maryland, Kentucky, Tenesse y Missouri. Allí se cuidaba al 'ganado de color' y las reproductoras buenas eran mimadas y sobrealimentadas."
Jean Meyer. Esclavos y negreros. Aguilar, Madrid, 1990 (p. 103)
Con relación a la trata ilegal Inglaterra también fue pionera en la adopción de medidas efectivas para impedirla, ya que en paralelo a sus labores diplomáticas impulsó un sistema de policía marítima destinada a interceptar los barcos negreros ilegales de los países que de forma progresiva se fueron añadiendo a la prohibición de la trata.

El proceso abolicionista que se fue desarrollando no fue impulsado sólo por razones éticas, sino también prácticas. En muchas colonias la inestabilidad social y los riesgos de revueltas de esclavos eran muy elevados. A ello había que añadir la constatación de que muchas labores podían ser igual de productivas o más con trabajadores libres.

El cubano José Antonio Saco, autor de una extensa "Historia de la esclavitud" con la que pretendía propagar sus ideas abolicionistas (era partidario de una abolición gradual que no perjudicara a los hacendados), estaba preocupado por la existencia de una mayoría de población negra en Cuba, razón por la cual estaba en contra de nuevas importaciones de esclavos, al mismo tiempo que proponía fomentar la inmigración blanca. No era una excepción, y planteamientos parecidos eran habituales en las colonias y países que en distintos momentos afrontaron al dilema de la abolición de la esclavitud.

El liderazgo de Inglaterra en el abolicionismo de la trata y el cuestionamiento de la esclavitud favoreció que poco a poco otros países se fueran replanteando su política al respecto, y a principios del siglo XIX, en los países europeos y sus colonias se empezó a abolir de forma generalizada primero la trata y luego la esclavitud.

El primer país europeo que abolió el comercio de esclavos fue Dinamarca, en 1792, por razones más estratégicas que éticas (el precio de los esclavos, el coste de las expediciones...). Estados Unidos abolió la trata en 1808 y la esclavitud no fue abolida definitivamente hasta 1865, con la Decimotercera Enmienda de la Constitución, al finalizar la Guerra de Secesión que enfrentó a los estados esclavistas del sur con los antiesclavistas del norte.

La emancipación de las colonias españolas fue paralela a la abolición de la trata y la esclavitud, ya fuera de forma inmediata, o gradual, mediante leyes de plazos. En 1813 Argentina aprobó la abolición gradual de la esclavitud, y durante las dos siguientes décadas, Perú, Colombia, México, Chile, Bolivia, Guatemala, Venezuela, Uruguay se fueron incorporando a la lista de los países abolicionistas, con distintas reservas y plazos según los casos. (1)

Portugal, que a mediados del siglo XV había sido el iniciador del comercio con negros de las costas occidentales africanas, fue de los últimos en abandonarlo, a mediados del siglo XIX. Desde las primeras capturas de esclavos africanos por los portugueses hasta la abolición definitiva y en todos los supuestos de la esclavitud, en 1878, habían pasado más de cuatro siglos de intensa actividad dedicada al tráfico de esclavos. Durante este tiempo, sumándole los transportes correspondientes a Brasil (independiente de Portugal desde 1822), Portugal fue responsable del traslado de más de cuatro millones y medio de esclavos africanos a América, casi la mitad del total de todos los países implicados en la trata atlántica.

En España se abolió la trata por primera vez en 1817. Se reiteró la prohibición en 1835 y 1845, lo que demuestra que las prohibiciones anteriores habían surtido poco efecto. En 1837 se abolió la esclavitud en la península, permitiéndose que continuara en las colonias (concretamente en Cuba, hasta 1880). La trata de esclavos había sido en España un comercio floreciente, incluso estimulado por la Corona:

"1.- Todo Vasallo mío, avecindado, o residente en España, o Indias, podrá pasar en embarcación propia, o fletada de su cuenta a comprar Negros a cualquier paraje donde haya mercado, o repuesto de ellos (...) 6.- Los Negros han de ser de buenas castas, la tercera parte a lo más de hembras, y las otras dos varones; y no se permitirá la entrada, y venta de los que sean inútiles, contagiados, o que padezcan enfermedades habituales, obligando a los que lleven alguno, o algunos de esta clase a que los vuelvan a extraer. 7.- Se gratificará por las Reales Cajas a razón de cuatro pesos por cada Negro a los Españoles que los introduzcan de buena calidad en los citados Puertos de su cuenta en embarcaciones Nacionales, para que sirvan de estímulo este comercio, y proporcionar por este medio la abundancia."
Real cédula concediendo libertad para el comercio de negros. Carlos IV, 1789
>> documento completo
Uno de los más apasionados abolicionistas españoles fue Emilio Castelar (defensor también de la libertad religiosa y la separación entre la Iglesia y el Estado). Diez años antes de la abolición de la esclavitud en Cuba, se expresaba así en un discurso como diputado:
"¿Creéis que hay en el mundo algo más horrible, algo más espantoso, más abominable que el negrero? El monstruo marino que pasa bajo la quilla de su barco, el tiburón que le sigue husmeando la carne, tiene más conciencia que aquel hombre. Llega a la costa, coge su alijo, lo encierra, aglomerándolo, embutiéndolo en el vientre de aquel horroroso barco, ataúd flotante de gentes vivas. Cuando un crucero le persigue, aligera su carga, arrojando la mitad al océano. Bajo los chasquidos del látigo se unen los ayes de las almas con las inmundicias de los cuerpos. El negrero les muerde las carnes con la fusta, y el recuerdo de la patria ausente, la nostalgia, les muerde con el dolor de los corazones. Señores diputados: ¿Y aún temeréis que nuestras leyes perturben las digestiones de los negreros, cuando tantos crímenes no han perturbado sus conciencias?"
La abolición de la esclavitud. Emilio Castelar, 20 de junio de 1870
>> documento completo
A finales del siglo XIX la esclavitud había sido abolida de Europa y América, mientras que en países de África y Asia seguía existiendo (fue abolida de Afganistán en 1923, de Irak en 1924, de Nepal en 1926, de Persia en 1929, de Bahreim en 1937... el último país en abolirla oficialmente fue Mauritania, en 1980).

Durante los tres siglos y medio que duró la trata atlántica, más de once millones de personas africanas fueron transportadas a las colonias americanas del norte y del sur. A estas cifras hay que añadir las que perecieron durante el viaje o durante su captura y transporte hacia los puntos de embarque de la costa africana.

Lo que sorprende sobre todo son las dimensiones que adquirió aquel fenómeno, ya que la esclavitud en sí no era ajena a ninguna de las comunidades que intervinieron en el comercio a gran escala que se estableció: la esclavitud existía en los territorios africanos que colaboraron en el comercio negrero (sin su implicación, nunca habría adquirido tan grandes dimensiones), existía también un comercio previo de esclavos negros desde las costas africanas a Europa (los primeros esclavos que llegaron a América salieron de puertos peninsulares españoles y portugueses), y existía también, en fin, en muchas de las sociedades precolombinas.

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 (1) Al no coincidir las fechas de las sucesivas aboliciones de la trata y la esclavitud en los distintos documentos consultados debe tenerse en cuenta que hay que  adoptar una prudente reserva sobre las fechas que se facilitan. Estas variaciones posiblemente se deben a que al ir acompañadas las normas abolicionistas a menudo de tantos requisitos y plazos, en ocasiones han dado lugar a distintas interpretaciones.
 


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