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 Educación y derechos humanos
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Educación para la Ciudadanía. Mi visión personal
José Antonio Marina
. www.ciudadania.profes.net (2007)
La polémica

Sin quererlo, me encuentro metido en una polémica educativa, enormemente interesante. La aparición de una nueva asignatura ha despertado todo tipo de recelos y miedos.

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El tema es muy importante, las posturas enfrentadas, y echo en falta un debate riguroso e imparcial sobre este asunto. ¿Quién tiene razón? Comenzaré analizando lo que dicen los críticos. En efecto, la asignatura puede utilizarse como medio de adoctrinamiento, pero también puede hacerse esto con la historia -de hecho se está haciendo- y a nadie se le ocurre por ello quitar la asignatura. Se tratará de impartirla de una manera objetiva y no sectaria. Lo importante es partir de las necesidades educativas.¿Necesitan nuestros jóvenes tener conocimientos claros sobre valores éticos, sobre el contenido de los derechos y deberes, sobre la estructura política, jurídica y social en que van a vivir, sobre los problemas fundamentales de nuestro mundo? ¿Debemos fomentar actitudes participativas, democráticas, solidarias, activas? ¿Conviene que comprendan la necesidad de establecer normas justas y acatarlas,  el tupido juego de reciprocidades, los sentimientos apropiados, el respeto necesario para la convivencia?

Cada vez que surge un problema social -la droga, los accidentes de tráfico, la violencia doméstica, la falta de civismo, los fracasos familiares,  los embarazos adolescentes, etc- la gente se vuelve a la escuela reclamando soluciones. No podemos dedicar un cursillo a cada uno de esos asuntos. Sin embargo, muchos de ellos arrancan de una falta de responsabilidad personal, de la carencia de valores claros, o de dificultades personales para dirigir la propia vida. Y estos asuntos pueden tratarse dentro de una asignatura cuidadosamente diseñada. Así veo yo la educación para la ciudadanía.

Mi posición personal


¿Tienen razón los padres que reclaman su derecho a educar moralmente a sus hijos? Sin duda. Y si todos lo hicieran con una maravillosa eficacia, la escuela podría dedicarse a otra cosa. No es así, por desgracia, y el sistema educativo tiene que completar carencias sociales de enorme magnitud. Pero ni siquiera esa dedicación educativa de las familias resolvería el problema. Cada familia educará de acuerdo con su moral (católica, musulmana, atea, comunista, liberal, confuciana, anarquista, o la que sea), que se puede enfrentar a otra moral. Por esta razón necesitamos una educación en valores comunes, transculturales, universales, más allá de la moral y de las religiones, que es lo que llamamos "ética". Me explicaré. El derecho a la libertad de conciencia es una norma ética, que protege a todas las religiones y que, por lo tanto, todas las religiones deben acatar.

Sin duda alguna, las familias pueden educar a sus hijos en su religión y en su moral; pero el Estado debe encargarse de facilitar a todos nuestros jóvenes aquella educación que la sociedad considera necesaria para el desarrollo de los proyectos personales, la buena convivencia, la justa resolución de los problemas, y el progreso económico. En una sociedad multicultural, necesitamos una formación en valores fundamentales compartidos.

Comprendo las preocupación de los padres, y me parece estupendo que en este asunto, como en todos los referentes a la educación de sus hijos, estén alerta, vigilen y colaboren. Pero en algunos críticos de la EpC me parece detectar un peligroso escepticismo  acerca de la posibilidad de enseñar una ética universal. Es una creencia muy extendida,  basada en el monopolio moral que han ejercido siempre las religiones, y que a estas alturas no se puede aceptar. En la cabeza de muchas personas de buena fe resuena una frase pronunciada por un personaje de Dostoievski: "Si Dios no existe, todo está permitido" o, en su versión suave, "Fuera de la religión no hay posibilidad de moral". Esto no es verdad. No voy a meterme en cuestiones filosóficas, que he explicado en varios de mis libros. Me ceñiré a un hecho muy simple. La Constitución española -que es una Constitución laica- incluye un sistema de valores éticos fundamentales que son, fundamentalmente, los derechos humanos. Y estos son el criterio básico para determinar los contenidos de la EpC. ¿Hay algún padre que tenga inconveniente en que sus hijos reciban esta enseñanza?

Tal como la concibo -y lo que digo me parece acorde con el borrador de contenidos mínimos dado por el Ministerio- la EpC es un curso de Ética básica, que se prolonga por un lado hacia la educación afectiva, y por otro hacia el conocimiento del mundo jurídico, económico y político y la participación ciudadana. Y me parece imprescindible tratar estos asuntos en nuestros centros educativos.

¿Puede enseñarse?


Otro aspecto del debate trata de la posibilidad de enseñar  ética. Parece un poco absurdo tener que responder a esta cuestión. La ética puede y debe enseñarse y aprenderse. Es un conjunto de ideas, un modo de razonar, un estilo de comportamiento racionalmente justificable.  Es evidente que no basta con una enseñanza teórica,  que necesita completarse con la acción, pero en el fondo todas las asignaturas se enfrentan con dificultades parecidas. No se trata de aprender filosofía, sino de pensar bien. No se trata de aprender gramática, sino de comunicarse. Resulta especialmente chocante que muchos de los que piensan que la ética no puede enseñarse como una asignatura opinen que la religión si puede enseñarse así. En el mejor informe que conozco sobre EpC, el dirigido por Bernard Crick, por indicación del Parlamento inglés, señalaba tres objetivos a la asignatura: Fomentar la responsabilidad social y moral, fomentar la implicación comunitaria, y ampliar la cultura política (political literacy). En el proyecto europeo EURYDICE  se añadía un nuevo objetivo "fomentar el pensamiento crítico, los valores y las actitudes morales".

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