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d'educació
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Cine y derechos humanos |
Filosofía y cine (Diego Reina) |
Ejercicios para el análisis de la película
1
1. —Tiene que formarse un grupo especial que cuide del fuego. Cualquier
día puede llegar un barco —dirigió la mano hacia la tensa
cuerda del horizonte—, y si tenemos puesta una señal vendrán
y nos sacarán de aquí. Y otra cosa. Necesitamos más
reglas. Donde esté la caracola, hay una reunión. Igual aquí
que abajo. [están en la colina]
Dieron todos su asentimiento. Porky abrió la boca para hablar, se fijó en los ojos de Jack y volvió a cerrarla. Jack tendió los brazos hacia la caracola y se puso en pie, sosteniendo con cuidado el delicado objeto en sus manos llenas de hollín. —Estoy de acuerdo con Ralph. Necesitamos más reglas y hay que obedecerlas. Después de todo, no somos salvajes. Somos ingleses, y los ingleses somos siempre los mejores en todo. Así que tenemos que hacer lo que es debido. Se volvió a Ralph. —Ralph, voy a dividir el coro... mis cazadores, quiero decir, en grupos, y nos ocuparemos de mantener vivo el fuego... Tal generosidad produjo una rociada de aplausos entre los muchachos que obligó a Jack a sonreírles y luego a agitar la caracola para demandar silencio. |
2
Roger se inclinó, cogió una piedra, apuntó y la tiró a Henry, con decidida intención de errar. La piedra, recuerdo de un tiempo inverosímil, botó a unos cuatro metros a la derecha de Henry y cayó en el agua. Roger reunió un puñado de piedras y empezó a arrojarlas. Pero respetó un espacio, alrededor de Heriry, de unos cinco metros de diámetro. Dentro de aquel círculo, de manera invisible pero con firme fuerza, regía el tabú de su antigua existencia. Alrededor del niño en cuclillas aleteaba la protección de los padres y el colegio, de la policía y la ley. El brazo de Roger estaba condicionado por una civilización que no sabía nada de él y estaba en ruinas. |
3
Estaba de pie, en medio del polvo desencadenado por la lucha, y cuando
la tribu advirtió su intención los vítores se transformaron
en un prolongado abucheo. Porky alzó la caracola; el abucheo cedió
un poco para surgir después con más fuerza.
—¡Tengo la caracola! Volvió a gritar: —¡Os digo que tengo la caracola! Sorprendentemente, se hizo el silencio esta vez; la tribu sentía curiosidad por oír las divertidas cosas que diría. Silencio y pausa; pero en el silencio, un extraño ruido, como de aire silbante, se produjo cerca de la cabeza de Ralph. Le prestó atención a medias, pero volvió a oírse. Era un ligero «zup». Alguien arrojaba piedras; era Roger, que aún tenía una mano sobre la palanca. A sus pies, Ralph no era más que un montón de pelos y Porky un saco de grasa. —Esto es lo que quiero deciros, que os estáis comportando como una pandilla de críos. Volvieron a abuchearle y a guardar silencio cuando Porky alzó la blanca y mágica caracola. —¿Qué es mejor, ser una panda de negros pintarrajeados como vosotros o tener sentido común como Ralph? Se alzó un gran clamor entre los salvajes. De nuevo gritó Porky: —¿Qué es mejor, tener reglas y estar todos de acuerdo o cazar y matar? De nuevo el clamor y de nuevo: «¡Zup!». Ralph trató de hacerse oír entre el alboroto. —¿Qué es mejor, la ley y el rescate o cazar y destrozarlo todo? Ahora también Jack gritaba y ya no se podían oír las palabras de Ralph. Jack había retrocedido hasta reunirse con la tribu y constituían una masa compacta, amenazadora, con sus lanzas erizadas. Empezaba a atraerles la idea de atacar; se prepararon, decididos a llevarlo a cabo y despejar así el istmo. Ralph se encontraba frente a ellos, ligeramente desviado a un lado y con la lanza preparada. Junto a él estaba Porky, siempre en sus manos el talismán, la frágil y refulgente belleza de la caracola. La tormenta de ruido les alcanzó como un conjuro de odio. Roger, en lo alto, apoyó todo su peso sobre la palanca, con delirante abandono. La roca dio de pleno sobre el cuerpo de Porky, desde el mentón a las rodillas; la caracola estalló en un millar de blancos fragmentos y dejó de existir. Porky, sin una palabra, sin tiempo ni para un lamento, saltó por los aires, al costado de la roca, girando al mismo tiempo. La roca botó dos veces y se perdió en la selva. Porky cayo a más de doce metros de distancia y quedó tendido boca arriba sobre la cuadrada losa roja que emergía del mar. |