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El humor gráfico y la Guerra Civil. Índice


Un balance


-Hablan de paz, hermano. / -¡Y a nosotros qué nos importa! Eso es cosa de vivos...
(Bagaría. La Vanguardia, 17/12/1936)

La sublevación militar de 1936, al no imponerse en todo el país, desembocó en una guerra civil. El resultado de la guerra fueron miles de muertos, en el frente y en la retaguardia, miles de represaliados, miles de familias destrozadas y miles de huérfanos, miles de personas que al final tuvieron que marchar al exilio, y un país terriblemente empobrecido.

La República, sus distintos protagonistas, antes de la guerra cometieron errores, algunos graves. Pero por graves que fueran sus errores, no justificaban en absoluto un alzamiento militar. Y menos que, tras su fracaso parcial, los sublevados se empeñaran en convertirlo en una cruenta guerra civil.

Con su sublevación, presuntamente con el propósito de restablecer el orden social, los militares dieron inicio al gran desorden de la guerra y a la gran matanza que la acompañó. La violencia y las muertes que provocó la Guerra Civil fueron infinitamente mayores, que la violencia y las muertes durante los primeros años de la República a causa de las tensiones sociales. (1)

Los militares se sublevaron contando con el apoyo de todos aquellos que, desde el primer momento, estaban en contra de la República (partidos de derechas, monárquicos y la Iglesia). Lo hicieron por más de un motivo, también por intereses corporativos: la República tenía un programa para limitar el protagonismo de los militares en el país. El objetivo era reducir sus efectivos, sobre todo el número de oficiales, y someter al ejército, definitivamente, a la autoridad civil. Algo que no estaban dispuestos a aceptar aquellos militares sublevados, acostumbrados a poder decir, cuando les parecía oportuno, la última palabra (los precedentes de "pronunciamientos" en la historia de España eran considerables).

En 1932, con el fallido golpe de Estado del general Sanjurjo, los militares ya habían mostrado cuáles eran sus intenciones. Lo volvieron a intentar y lo consiguieron en 1936, tras haber preparado a conciencia la sublevación durante los meses anteriores. Y a continuación, se dedicaron de manera sistemática a eliminar cualquier vestigio de republicanismo en las zonas que fueron controlando, y luego, en todo el país.

La Constitución de 1931 fue derogada; la reforma agraria, la aconfesionalidad del Estado, el sistema educativo republicano, los derechos de las mujeres, el derecho al divorcio... todo fue anulado. No solo fueron anuladas las leyes, las personas también: la represión en la retaguardia de los vencidos fue sistemática, y los fusilados tras finalizar la guerra fueron miles y miles.

Franco y sus militares, al fin y al cabo, no estaban en contra de los actos de violencia ocurridos durante la República: lo que querían era tener el monopolio de la violencia para poder ejercerla según sus criterios.


Los cuatro jinetes del Apocalipsis
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Alloza. L'Esquella de la Torratxa, 13/11/1936
(en esta versión, los cuatro jinetes son la monarquía, el capital, la iglesia y el ejército)


Bluff. La Traca, 2/2/1938

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(1) Las muertes a causa de los enfrentamientos entre los extremistas de izquierdas y de derechas, o a causa de la represión de las huelgas y revueltas por parte del Gobierno.

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