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Enredo
Quim Monzó. La Vanguardia, 6-7-2005

Hará cosa de un año, cuando algunos estados norteamericanos empezaron a celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo, la revista satírica The Onion aprovechó el revuelo para publicar una de sus parodias de noticia. Explicaban cómo, al enterarse de la nueva ley, una madre llama inmediatamente a su hija, lesbiana, que desde hace años vive la mar de tranquila con otra chica. La madre le pregunta que qué piensa hacer, y, al ver su poca determinación a casarse, se ofrece a ayudarla: "Como hice cuando tu hermano se casó...". Le explica que la ayudará a escoger el vestido de novia y el lugar del banquete, y que prepararán juntas la lista de invitados. Y tanto la agobia -cuando a la pareja ni le ha pasado por la cabeza el matrimonio- que el lector ve que la chica empieza a añorar esa época aún cercana en la que, al no existir entre personas del mismo sexo, su madre metomentodo se tenía que quedar con los brazos cruzados.

Con motivo de la aprobación de la nueva ley en el Parlamento español, el jueves pasado, esa misma idea -simple e inmediata: la bendición que se supone que es no poderte casar ni que quieras- se ha repetido aquí, en revistas humorísticas y monólogos radiofónicos. Pero la diferencia es que aquí se le ha sacado la punta con el habitual tono de barra de bar con pincho de tortilla, de heterosexual casado y harto de la parienta, que considera incomprensible que alguien que tenía la suerte de no poder casarse renuncie a ese privilegio. En cambio, la pieza de The Onion estaba escrita desde el punto de vista opuesto: el de una muchacha lesbiana a la que, de repente, en cuanto se aprueba la ley, su madre empieza a abrumarla diciéndole que a ver cuándo se casa. Y en su redacción había un tinte de melancolía tan estudiado que compartías su añoranza por aquel ayer en el que a su progenitora no se le ocurría proponerle ir a buscar juntas el vestido de novia o preparar la lista de invitados a la boda.

En todas partes hay de todo, pero, en este siglo y pico de industria audiovisual que llevamos a cuestas, los norteamericanos han compartido con los ingleses una innegable maestría humorística. A principios de los ochenta, tras años con películas tipo 'No desearás al vecino del quinto' y landadas similares, aquí todos éramos tan conscientes y tan revolucionarios que no se podía hacer la más mínima ironía sobre ningún homosexual. Justo entonces empezaron a pasar en TVE aquella extraordinaria serie de Susan Harris, 'Enredo', que se burlaba del personaje interpretado por Billy Cristal con el mismo descaro con el que se burlaba de los personajes heterosexuales. Quedó para siempre claro que hay que huir del paternalismo tanto como de la bazofia.

¿Para ironizar sobre algo de manera eficaz y no rastrera es imprescindible formar parte de ese algo? No sé. A mi modo de ver, una de las mejores burlas de los franceses y su nebulosa resistencia contra los nazis la bordaron los ingleses en 'Allo, Allo'.

Pero, hace un mes y pico, en el weblog Opino (viladesau.blogspot.com) vi un post que me dio que pensar. Es éste: "Un chiste de mi amigo israelí. 1: Cuando uno pregunta a cuatro judíos qué opinan de un tema hay que esperar al menos diez respuestas diferentes. 2: Éste es un chiste judío porque yo te lo he explicado. Si me lo hubieses explicado tú, hubiese sido un chiste antisemita".

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