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El guiso y el condimento
Evaristo Acevedo. Los españolitos y el humor. Editora Nacional. Madrid, 1972

Ya hemos expuesto nuestra tesis de que el humorismo apela a una serie de ingredientes —sentido de "lo cómico", ironía, sátira— que estima necesarios para la defensa de una filosofía —de una "postura ante la vida"— que quiere hacer popular y asequible a todos. La sal, el pimentón, la pimienta, —incluso la guindilla—, son imprescindibles para dar el punto exacto a determinadas comidas y guisos. Pero si convertimos el condimento en lo fundamental y sólo servimos al cliente un plato de sal, un bocadillo de pimentón, un sandwich de pimienta o un "pepito" de guindilla, habremos falseado las leyes fundamentales del arte culinario y fabricado productos que nada tienen de alimenticios y que sólo pueden admitir paladares estragados.

Pero, ¿debemos por ello abominar de la sal, el pimentón, la pimienta o la guindilla como ingredientes culinarios? Este es el matiz que no saben distinguir cuantos pretenden divorciar "lo cómico", la ironía o la sátira del humorismo, basándose en los excesos por algunos cometidos en la utilización de esos ingredientes empleados EN SI MISMOS y no para condimentar ningún GUISO literario. Excesos originados por la irrazonada pasión; por el fanatismo. Tengamos siempre en cuenta que el fanatismo constituye la enfermedad infantil del humorismo. Y que acaba destruyéndolo como tal.

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