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Vacunas: sin cooperación no se logrará acabar con el coronavirus y tendremos que convivir con él

Víctor Ladero, Emilio Muņoz Ruiz, Jesús Rey Rocha. theconversation.com, 1/2/2021 (fragmentos)
Las dificultades de erradicar totalmente un microorganismo son muchas, de índole científico, logístico y político. En la actualidad la vacunación solo ha permitido la erradicación total a nivel global de la viruela, estando muy cerca de conseguirse en el caso de la poliomielitis (polio).

En el caso de la viruela se pudo conseguir gracias al programa de erradicación lanzado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1966. La polio está muy cerca de ser erradicada tras decretarse el continente africano libre de esta enfermedad este pasado año y quedar en la actualidad restringida a Afganistán y Pakistán, donde por trabas políticas y culturales no se ha podido vacunar al 100 % de la población.

El sarampión es otra enfermedad que tiene muchas similitudes con la covid-19 y que, a pesar de los esfuerzos por erradicarla, aún no se ha conseguido. Desde el inicio de este siglo su cobertura vacunal ha alcanzado niveles notables (el 85 % de la población mundial en el año 2017). Sin embargo, siguen produciéndose brotes en todo el mundo, con una preocupante tendencia al alza, no solo en aquellos países que concentran la mayor parte de la población no vacunada, sino en otros muchos, incluido Estados Unidos, que podría perder el estatus de país libre de sarampión.

El aumento en los países no desarrollados podría explicarse por las dificultades económicas y logísticas, pero en los países más occidentalizados el repunte se debe al incremento de niños sin vacunar, debido al auge de los movimientos antivacunas y a la entrada de casos importados de países con alta incidencia.

Aunque es posible, los antecedentes históricos no apoyan la idea de que seremos capaces de erradicar la covid-19 a corto plazo mediante una vacuna, aunque sí protegernos frente a la enfermedad.

Campaña de vacunación frente a la covid-19

La campaña de vacunación frente a la covid-19 en el mundo comenzó con un gran despliegue mediático. Los anuncios de que en pocos meses se alcanzaría la inmunidad de grupo y se podría volver a la "nueva" normalidad se sucedían y avivaban la esperanza entre la población.

Sin embargo, la realidad de estos días nos muestra la dificultad de la tarea iniciada. A los ya conocidos problemas de logística derivados de la necesidad de conservar las vacunas a temperaturas de ultracongelación, se han ido sumando problemas de producción, de organización, de falta de personal, de escasez de jeringuillas adecuadas, o incluso batallas de carácter geoestratégico, que están retrasando las vacunaciones y por tanto la tan ansiada inmunidad de grupo.

Y esto solo si pensamos en los países desarrollados o con mayor capacidad económica, que están acaparando vacunas y dejando de lado a los países pobres, sin entender que una pandemia global como la actual requiere de soluciones globales. Por ejemplo, en África la llegada de vacunas está siendo testimonial.

Hacia la convivencia con un vecino incómodo

Existen datos que indican que el SARS-CoV-2 probablemente pasará a ser un virus estacional, al igual que otros coronavirus, como los causantes del resfriado común o la gripe, y que deberemos acostumbrarnos a convivir con él.

Cabe esperar que se convierta en un virus que causará síntomas leves como el resfriado y no como la gripe: no podemos olvidar que, aunque lo vemos como algo habitual, la gripe provoca, solo en España unos 6 000 muertos anuales (entre 290 000 y 650 000 en todo el mundo), con una incidencia mayor en la población vulnerable, los mayores, al igual que estamos viendo con la covid-19.

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Por otro lado, no podemos olvidar que el SARS-CoV-2 ha saltado de los animales al hombre y que mantiene la capacidad de infectar otras especies animales (como gatos o visones), acumular mutaciones y volver a infectar a personas que están en contacto estrecho. Es decir, los animales podrían actuar como reservorio de nuevas variantes del coronavirus, alguna de las cuales podría cambiar lo suficiente como para volver a dar el salto a los humanos ya vacunados y expandirse.

Otra razón por la que pensamos que nos abocamos hacia un escenario de convivencia a largo plazo con el coronavirus es que con los datos actuales sabemos que las vacunas frente a la covid-19 nos protegen del desarrollo de la enfermedad, pero no del contagio.

Es decir, seguiremos actuando como contagiadores a pesar de estar vacunados. Esto, unido al retraso en la vacunación en muchos países, hace que el virus pueda seguir reproduciéndose y evolucionando, creando nuevas variantes para la supervivencia del virus y por lo tanto nuestra convivencia con él.

Por eso, y siguiendo el concepto de One Health (Una sola salud), la prioridad debe ser vacunar a toda la población mundial, y no solo a los habitantes de los países ricos.

Debemos darnos cuenta, aunque solo sea por egoísmo si no tenemos altruismo, de la necesidad de que iniciativas como Covax permitan llevar la vacuna a todos los rincones del planeta con la mayor celeridad posible, evitando el acaparamiento de un exceso de vacunas como sucede en algunos países, si de verdad queremos erradicar el virus y no tenerlo como un vecino pesado que cada pocos días vuelve a aparecer en nuestro rellano.

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