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Las epidemias en Tenochtitlan

Anna Lagos. El País, 25/05/2020 (fragmentos)
La viruela apareció en América entre 1518 y 1520. Hizo escala en Cuba y enseguida alcanzó Veracruz. Ese mismo año subió al valle de México y en octubre, el virus golpeó Tenochtitlan. En unos meses, un tercio de la población de la ciudad, que entonces rondaba los 250.000 habitantes, pereció. La viruela fue solo la primera de las plagas que trajeron los europeos al Nuevo Mundo. Hasta finales del siglo XVI millones de nativos murieron por las enfermedades del viejo continente.

Después de la viruela llegaron el sarampión, la parotiditis, la influenza, el tifo, la tosferina… Todo eso en el siglo XVI. Encontraron poblaciones vírgenes ante esos males y se cebaron con ellas. En 1531 se produjo un brote intenso de sarampión, 10 años más tarde uno de tabardillo o tifo. En 1545 la de cocoliztle, un padecimiento febril con cólicos y hemorragias posiblemente causado por la salmonella entérica, la segunda epidemia más devastadora que sufrió Nueva España después de la viruela. En 1576 de nuevo el tabardillo y luego otra vez la viruela, el sarampión y, a finales de siglo, en 1596, una epidemia mixta de sarampión, parotiditis y tifo.

Las epidemias contribuyeron al colapso del Imperio Azteca. El asedio militar de Hernán Cortés y sus aliados se apoyó en la peste microscópica de la viruela. El episodio dominante de la guerra fue el sitio de México-Tenochtitlan. A pesar de verse debilitada por la viruela y el asedio de un ejército de miles de soldados, la ciudad resistió durante más de un año, entre 1520 y 1521. La viruela acabó primero con la vida del penúltimo tlatoani Cuitláhuac, en noviembre de 1520, a solo unas semanas de la victoria parcial mexica, cuando los españoles huyeron durante la famosa Noche Triste. Pero los españoles volvieron y vencieron. Tomaron la ciudad y capturaron al sucesor de Cuitláhuac, Cuauhtémoc, el 13 de agosto de 1521.

La caída de Tenochtitlan y los estragos que causó la enfermedad provocó el abandono de tierras, la destrucción de familias y la migración de muchos. El historiador mexicano Bernardo García Martínez dice que "algunos optaron por suicidarse o matar a sus hijos para librarse o librarlos en un terrible destino, reflejo de una tremenda desesperación".

El golpe de las epidemias resulta evidente en el censo de 1790, el primero de la Nueva España, realizado por el virrey 52º Juan Vicente de Güémes, segundo Conde de Revillagigedo, que demostró que la población había disminuido por lo menos ocho millones desde que se inició la conquista de México. Otra muestra de la drástica reducción de habitantes la ofrece el fisiólogo Sherburne Friend Cook, pionero en estudios de población de los pueblos originarios de Mesoamérica, que dice que los pobladores de México pasaron, en 1519, de poco más de 10 millones a unos dos millones en 1595; mientras que el matemático británico Rudolph Zambardino dice que pasó de unos cinco hasta menos de 1,2 millones, en el mismo periodo de tiempo.

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Las enfermedades causaron desastres allí donde llegaban los europeos. De Cuba a México, luego Puerto Rico, no tardó en llegar a Guatemala y Perú. El historiador Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán atribuye la gran disminución de la población india en Guatemala, tras la conquista, a la introducción de la viruela y el sarampión, que se "difundieron como un incendio de yerba seca y acabaron con poblaciones enteras de muchísimos miles de habitantes". Según él, las enfermedades venían de México y afirma que varios pueblos cerca de Antigua fueron casi aniquilados por la pestilencia y con sus propios ojos había visto que en cada pueblo sobrevivían ocho o 10 indios, que eran verdaderamente esqueletos vivientes.

El ejército microscópico también llegó a los pueblos andinos, produciendo caos en el imperio Inca. El fraile Antonio Herrera Tordesillas, nombrado por Felipe II como historiógrafo de las Indias y Castilla, dice: "Hubo este año (1539) terrible hambruna y peste en Popayán; que pasaron de cincuenta mil los indios a quienes se les devoró por efecto del hambre; y que fueron más de cien mil los muertos por la peste de viruelas cayendo los hombres súbitamente, sin remedio".

Además de la viruela, las epidemias de mayor mortalidad fueron los cocoliztlis, de los años 1545 y 1576. La palabra cocolitztli, de origen náhuatl, quiere decir enfermedad, peste, mal o epidemia y fue utilizada por los nativos para nombrar a una bacteria desconocida en la época que provocaba fiebre, dolores de cabeza, sangrados por los ojos, boca y nariz, y causaba la muerte en tres o cuatro días.

Sahagún describió los estragos que causó la primera: "El año de 1545 hubo una pestilencia grandísima y universal donde en toda esta Nueva España murió la mayor parte de la gente que en ella había. Yo me hallé en la Ciudad de México, en la parte de Tlatelolco, enterré más de diez mil cuerpos, y al cabo de la pestilencia diome a mí la enfermedad y estuve muy al cabo".

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Sahagún, que en la primera epidemia cuenta haber enterrado diez mil cadáveres, en esta segunda vuelve a referirse al Colegio de Tlatelolco, donde él habitaba y afirma que quedó desierto: “No está ya nadie en él, muertos o enfermos todos son salidos”. Y dice que en Tlatelolco morían diariamente: “10, 20, 30, 40, 50 a 60 y 80 gentes y de aquí en adelante no sé lo que será esta pestilencia”. En casi todas las Relaciones Geográficas de Indias (cuestionarios detallados de más de 50 preguntas que pidió Felipe II, rey de España, para poseer una completa descripción de sus dominios) se refieren a la pestilencia y recuerdan cómo los pueblos quedaron desolados con los campos, las industrias y las minas abandonados. El Virrey de la Nueva España hubo de condonar impuestos, que, después de todo, eran incobrables ante el estado del país.

 


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