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"La ablación del clítoris es la extirpación de la felicidad"
Maite Carranza
, entrevistada por Àlex Tort. La Vanguardia, 14-4-2013
Maite Carranza, autora de la novela 'El fruto del baobab', afirma que en algunas sociedades africanas no existe el sexo como goce sino como motor exclusivo de reproducción
Según la OMS, unos 140 millones de mujeres y niñas han sufrido en la actualidad algún tipo de mutilación genital, entre ellas la ablación del clítoris. De estas, 92 millones de chicas de más de diez años provienen del continente africano. Muchas de estas ablaciones se practican durante la infancia, entre la lactancia y los quince años, aproximadamente.

Asombrada por esta injusticia, Maite Carranza (Barcelona, 1958) aborda en El fruto del baobab (Espasa / Edicions 62) un tema cuando menos delicado. Lo hace con cuidado, con mucho tacto y de manera emotiva para hacer notar una realidad mucho más cercana de lo que pensamos. Narra la historia de la Lola, una médico establecida en Mataró que se da cuenta de esta cruda situación al visitar a Binta, una adolescente de origen gambiano.

¿Cómo surge la idea de la novela?
Es fruto de la curiosidad hacia esta sociedad mandinga tan próxima a nosotros, que están en nuestras calles. Viven sus tradiciones entre nosotros, pero la poligamia y la ablación chocan frontalmente con nuestras legislaciones. La mentalidad en Europa ha evolucionado sobremanera, aunque no hace mucho, a principios del siglo XX, herederos del psicoanálisis centroeuropeo por indicación médica hacían escisiones de clítoris como tratamiento psiquiátrico para evitar ataques de histeria...

Y lo comparas con los años de la posguerra española, cuando mencionas que hubo "un tiempo en qué las mujeres o eran putas o madres, o buenas hijas o perdidas (...) Un tiempo tétrico en qué la reputación de una chica (...) valía más que todas las carreras universitarias"…
¡Si nos paramos a pensar vemos que hay una sociedad patriarcal en los mandinga de la que nosotros hemos salido hace justo 50 años! No es algo de la Edad Media. El voto de la mujer en España es del año 1934… Son obviedades que a veces hay que recordar, porque pensamos que todos nuestros derechos, libertades e igualdades vienen de más lejos, y eso no es así.

¿Tienen algo que ver las religiones en este enquistamiento?
Cristianismo e islamismo no son las que han propiciado este sistema, pero sí lo han adoptado, de manera que este aferrarse a la tradición ha sido constando para fidelizar a sus creyentes. El Islam no ha sido tan sumamente fanático y limitador con las mujeres ahora cómo hace mil años. No hay nada inmanente, pero las religiones se amparan en esta apariencia de eternidad, de que todo es inmutable y no permiten la ruptura de tradiciones. La religión bebe de una sociedad patriarcal: no hay imanes mujeres, no hay cardenales mujeres.

Le das un toque de atención a las diferentes interpretaciones del Corán.
En la sociedad mandinga musulmana las mujeres no se cubren, no llevan velo y su cuerpo no es pecaminoso. Visten colores alegres, la música forma parte del día a día, bailan. En cambio, son muy estrictos con la ablación del clítoris… En Arabia Saudí, donde las mujeres van cubiertas, donde tienen que pedir permiso para conducir o andar solas, resulta que hay un respeto por su integridad física. ¿Cómo se come esta dicotomía?

En España, se empezó a hablar de la ablación a finales de los años 90 después de la publicación de las fotografías del fotoperiodista Kim Manresa. ¿Las has visto?
Las imágenes de Kadi encogiéndose y sufriendo me impactaron mucho. Pero también aquello que el fotógrafo explica: que no se lo esperaba, que la situación lo superó. Y esta felicidad de la niña cuando hace el viaje… una chica ingenua a quien le extirpan la felicidad de repente… Es un dolor que no se limita a lo físico, sino que también es una traición de todos aquellos que la aman que lo convierte en un daño psicológico.

¿Por qué usas a la primera persona narrativa para la Binta, la niña con el clítoris mutilado?
Es un personaje con fuerza propia. Es una chica inmigrante fastidiada con nuestro mundo de blancos y al mismo tiempo una adolescente enfadada con su propia familia. Se siente víctima e impotente por muchos problemas que ya sufre: el color de su piel, su procedencia o herencia cultural y la ablación. Tres losas. Los adolescentes como personajes literarios me gustan mucho, ya que son bombas de relojería. Sin la eclosión adolescente el mundo no habría cambiado nunca. Siempre están poniendo en duda todos los principios incuestionables de la familia, la religión y el Estado. Reaccionan virulentamente contra todo y dicen verdades como puños. La hipocresía social de actitudes proteccionistas y paternalistas colonialistas con los inmigrantes que se dan a menudo en nuestra sociedad se parece a la de un misionero, dando regalos y collares de vidrio. Binta es reivindicación y su voz era importante.

¿Temes que la descripción que haces en la novela de la exploración de la médico, Lola, de los genitales de Binta provoque el rechazo del lector?
No es nada escabrosa. Da angustia, sí, porque hablo de una mutilación en una zona del cuerpo muy sensible, pero no deja de ser una realidad que hay que tener en cuenta.

¿Son más duras las imágenes de televisión que las literarias?
La palabra tiene más fuerza. Se tiene que ir con mucho cuidado. La palabra puede ser más dura que la misma realidad. Tiene un gran poder de evocación y puede hacer surgir nuestros fantasmas y la imaginación. Una escena de sexo de un libro se la imagina cada uno como quiere e incluso como le gusta. Posiblemente si Cincuenta sombras de Grey la hicieran en la gran pantalla perdería muchísimo de su esencia. La palabra es un detonante de todos nuestros tabúes.

En un momento de la novela, una de las pediatras, Celia, dice que el tema de la ablación no merece tanta atención porque no es tan importante como otros problemas y enfermedades. ¿Te has encontrado con este pensamiento?
Me lo encontré, este discurso. Celia se queja de que otros problemas no salen a la luz porque no tienen un grado de escabrosidad como lo puede tener el de la ablación. Reacciona en contra de la morbosidad de nuestros medios de comunicación. Se priorizan noticias según el grado de escabrosidad y eso es pernicioso, porque otros problemas pueden ser muy graves también.

En otro momento, en la novela se menciona La casa de Bernarda Alba. ¿Hay alguna similitud con El fruto del baobab?
La casa de Bernarda Alba me impactó mucho por su medievalidad, su mentalidad retrógrada. Ciertas tradiciones de los mandinga y la exclusión de estos personajes de Lorca comparten esta vertiente retrógrada de una sociedad supuestamente evolucionada.

¿Es una novela de contrastes?
Lola ha vivido afortunadamente en un mundo liberal. Sabe que su cuerpo es solo suyo y no está destinado únicamente a la reproducción, sino también al placer. Es la gran revolución de los años 60 en torno a la mujer. Descubre, en cambio, que en las sociedades africanas no existe el sexo como goce, sino exclusivamente como motor de la reproducción. Es la mujer vista como un receptáculo de una ley divina. La mujer no es reconocida y aceptada hasta que no es madre, y madre de hijos en plural. Aquellas que no pueden casarse por cualquier motivo son repudiadas. A veces son rechazadas por estériles y a veces es el marido, el que es estéril. Si hay demasiadas hijas también se las repudia, porque como las féminas tienen que estar en proporción en los machos. Lo primero que descubren las mujeres africanas cuando emigran a Europa es la capacidad de controlar sus embarazos, aunque sea a escondidas de sus maridos. Son poco reconocidas. En Europa, las mujeres africanas adquieren conciencia del cuerpo, de su individualidad gracias a que van al ginecólogo. Entienden que tienen derechos.