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Por fin ahora somos lo que parecemos
Patricia Matey
. El Mundo, 10-9-2009 (fragmento)
Sara, Ana y Jorge son lo que parecen. Dos mujeres y un hombre. Pero su apariencia, 'esculpida' por las hormonas y la cirugía de cambio de sexo, es sólo el reflejo externo de cómo se han sentido desde niños. Exactamente del género opuesto al que vinieron al mundo. Sara tiene 25 años y nació, como su hermano gemelo, varón. Ana, de 36, casada y con dos hijas, vino al mundo como hombre y Jorge fue alumbrado como niña. Los tres son el testimonio de la transexualidad. "No nos gusta este termino. Somos hombres o mujeres, personas normales", apostillan. El estigma y el sufrimiento que acompañan a este trastorno, pero sobre todo su aparición precoz hacen indispensable el abordaje psicólogico de los pacientes y de sus familiares, tal y como ensalzan las últimas investigaciones en este campo.

Sara y Jorge se quitan la palabra la una al otro en el intento de hacer entender a los demás quiénes son y por qué. "Desde que tengo uso de razón me he sentido una chica. Una mujer en un cuerpo de hombre. Cada noche me acostaba pensando en una sola cosa: levantarme al día siguiente siendo una niña", relata Sara, que trabaja como peluquera.

Jorge asiente con un movimiento de cabeza. "Que a todo el mundo le quede claro. Nacemos así, esto no es un capricho. Desde los cinco años, casi como Sara, me dormía con el único deseo de amanecer como hombre. En mi caso, hasta mis propios compañeros de trabajo [tengo un puesto en el Ayuntamiento de Madrid] dicen que soy una persona nueva, que tenía que haberme cambiado el sexo mucho antes".

Aunque con retraso, el sueño de ambos se cumplió años después. Fue tras su paso por las manos de un equipo de especialistas de los Hospitales Ramón y Cajal y La Paz de Madrid. Todos pertenecen a la Unidad de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) de los centros madrileños, una de las tres de referencia que existen en España [las otras dos están ubicadas en el Hospital Carlos Haya (Málaga) y en el Clínic (Barcelona)]. De la mano de un equipo multidisciplinar se moldea el cuerpo del sexo deseado y se prepara la mente para la nueva identidad.

Tanto el coordinador Antonio Becerra, como José Miguel Rodríguez Molina, psicólogo de la Unidad, defienden que aunque "el diagnóstico llega de la mano de un psiquiatra, porque el trastorno está recogido en el DSM-V [Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica de EEUU], la transexualidad no es una enfermedad mental".

En cambio, estos expertos admiten que su padecimiento sí tiene potenciales efectos psíquicos negativos y sociales en el individuo.

"Muchos de los pacientes diagnosticados de TIG presentan un índice elevado de patología psiquiátrica y una mortalidad por suicidio mayor que la población general. Los problemas psiquiátricos asociados con mayor frecuencia son los de personalidad, los depresivos, los neuróticos en general, la esquizofrenia, las conductas autolesivas o suicidas y el abuso de sustancias psicoactivas", refleja un trabajo publicado en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, firmado por miembros del equipo de la Unidad de Trastornos de Identidad de Género del Hospital Carlos Haya.

Parte de la culpa del padecimiento de estos trastornos reside en el sufrimiento prolongado de los afectados debido al tiempo que transcurre hasta que toman la decisión de pedir ayuda, la marginación que muchos padecen, el rechazo social y, a veces, también el familiar. O por el silencio autoimpuesto, como ocurre en el caso de Jorge. "Por no dar un disgusto en casa, para que mis padres no sufrieran, nunca dije lo que sentía ni lo que deseaba, hasta que no pude más y me di cuenta de que tenía que vivir mi vida. Por este motivo, y tal y como me ha explicado el psicólogo, he pagado un precio muy alto. Por ello también me ha costado más superar el trauma vivido en la infancia de desear ser un hombre siendo mujer".

Por casos como el suyo y porque en la mayoría de los pacientes el rechazo del propio sexo despierta en la infancia, la comunidad científica reclama la necesidad de diagnóstico y tratamiento tempranos. Un estudio con 200 pacientes de la UTIG del Carlos Haya y publicado en Originales y Revisiones determina que "los resultados obtenidos confirman la precocidad en el comienzo del problema y la necesidad de que los profesionales en general, y de salud mental en particular, se encuentren atentos a los síntomas de problemas de identidad de género, sobre todo los que trabajan con niños y adolescentes".

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