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Tres ensayos sobre la vida sexual
Gregorio Marañón
(1887-1960). Biblioteca Nueva, Madrid, 1931 (p. 184 y 191)
Puede asegurarse que el homosexualismo, producto aun de la insuficiente diferenciación sexual, es menos frecuente a medida que nos a cercamos al hombre. Y en el hombre tal vez hubiera desaparecido ya si influencias psicológicas y pedagógicas desgraciadas no lo hubiesen dificultado. De todos modos, ésta, como todas las demás manifestaciones aberrantés del amor, disminuye cada día. No piensam así los que viven sujetos al prejuicio de que "todo tiempo pasada fué mejor", y de que los vicios de hoy son los mayores que jamás vieron los siglos. Pero éste es un error de perspectiva ante el que es necesario reaccionar. Un error tan grosero coma lo sería el afirmar que esta piedra en que estoy sentado es mayor que la montaña que distingo en el confín del horizonte, sencillamente porque mis ojos la ven de mayor tamaño. Mas los que han estudiado atenta y serenamente la cuestión, nos afirman que el instinto sexual evoluciona en el hombre hacia una mayor simplicidad y perfección. Citaré otra vez a Bloch : "De las investigaciones que he practicada -afirma- he adquirido el convencimiento, que desearía ver admitido coma una verdad científica, de que hoy día, en nuestro tiempo, tan zaherido y desacreditado por nervioso, degenerado y ultracivilizado, no sólo no hay tantas pervertidos como en pasadas épocas (y basta recordar la Edad Media, con sus famosos excesos y terribles depravaciones), sino que los perversos de hoy, en su mayor parte, no pueden considerarse como degenerados."

¿Quién podrá dudar, si no está apasionado, que estas palabras optimistas san exactas? Pensemos que el Dios justiciero y preocupado de la moral de sus criaturas no tendría hoy, al cabo de tantos siglos, que recurrir al fuego para destruir ninguna nueva Sodoma; le bastaría con unos cuantos hombres inteligentes repartidos por las escuelas y los confesionarios.

Los médicos, sin embargo, sabemos, y probablemente también los curas, que estas casos extremos de indiferenciación sexual no son tan raros como la gente cree, si bien al lado del pervertido escandaloso, que todos señalan con el dedo, se extiende un círculo considerable de seres humanos que llevan en silencio la tragedia de su perturbación sexual.

[...]

Pero estos son casos extremos. El tejido del otro sexo que la mayoría de los seres humanos llevan está probablemente repartido en células microscópicas y aisladas, entremezcladas con las de otros tejidos, perdidas, quizá, en la corteza suprarrenal o entre los tejidos de relleno de la pelvis y el abdomen. No hay que pensar, pues, en extirparlos (ni en matarlos por otros medios físicos, como los rayos X). Pero podemos, en cambio, adoptar una táctica indirecta, que es reforzar el sexo primario, el verdadero, para hacer más insignificante e inofensivo al secundario. Si no podemos destruir a éste, podernos reforzar a su enemigo: o matar al ratón o adiestrar al gato; el resultado será el mismo.