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Sometidas en el nombre de Dios

M. A. Sánchez Vallejo. El País, 10-4-2009 (fragmento)
Si la mujer es la mitad del cielo, como dicen en China, aquí, en la Tierra, el protagonismo femenino en el ámbito de las religiones oscila entre el infierno de las teocracias -la de los talibanes en Afganistán, por ejemplo-, el paraíso de algunas Iglesias protestantes, que permiten la ordenación de ministras, y el limbo en que se encuentran en la mayoría de confesiones: sin papel, supeditadas o relegadas a un oscuro tercer plano, cuando no víctimas de violaciones cometidas en nombre de algún dogma. Si la paridad en Occidente avanza con la ayuda de leyes, plantear siquiera una justa correspondencia con los varones en la mayoría de religiones del mundo supone aún una utopía. Sólo unas pocas confesiones minoritarias, de creación o implantación recientes, conceden a la mujer un papel algo más que testimonial. Son casos contados.

La reciente cumbre de la Alianza Atlántica dio la última voz de alarma al respecto. El nuevo código de familia chií adoptado por el Parlamento de Kabul (Afganistán) supone una condena para las mujeres de la etnia hazara, la mayoritaria de esa confesión. El documento da luz verde a la violación dentro del matrimonio y consagra la absoluta tutela del varón sobre la mujer. Nada de libertad de movimientos, ni derecho a la educación y la salud sin el control omnímodo del hombre. Pero no es necesario ir tan lejos: los matrimonios concertados -en el Islam o el hinduismo-, los códigos que prescriben una determinada vestimenta y conducta y, en el peor de los casos, los horribles crímenes de honor son rémoras que no sólo discriminan, sino que convierten a las mujeres en víctimas de confesiones que no las contemplan como sujetos de derecho, sino como una posesión del varón.

¿Son machistas las religiones? ¿Son todas ellas discriminatorias hacia las mujeres? "No hay ninguna sociedad en la que las mujeres hayan tenido dignidad ni derechos fundamentales. De la misma manera, no conocemos ninguna religión que no discrimine. Las religiones nunca contradicen a sus sociedades", afirma Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Valcárcel señala que, pese a la existencia de muchos tipos de creencias, "ninguna religión es feminista, porque en ninguna de ellas a la mujer se le ha reconocido su libertad individual, y por tanto no ha tenido un papel prevalente. Sin embargo, algunas son más duras que otras". En su acepción de conjunto de normas que apuntalan la construcción social, ahí está el ejemplo del férreo sistema de castas del hinduismo. "Reencarnarse como mujer en el hinduismo significa que en una vida anterior se falló mucho y hay algo que purgar. Y no hablemos de las viudas hindúes, a las que antes se arrojaba a la pira funeraria del marido", señala Valcárcel. La práctica, prohibida ya por la legislación india, sigue vigente en numerosos lugares del país.

Las tres religiones monoteístas, o religiones del Libro -cristianismo, judaísmo e Islam-, acaparan la mayor parte de las críticas por discriminación, pero graduar en escalas de desprecio el comportamiento de cada una de ellas con las mujeres es arriesgado. Para Amelia Valcárcel, "el Cristianismo, al principio, era relativamente libre, pero en los siglos III y IV se impusieron los textos misóginos que arrinconan a la mujer. En el Corán hay cosas fortísimas, aparte de sacralizar la poliginia , el repudio o la prohibición de salir a la calle sin cubrirse".

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