Grup d'educació
 Derechos de las mujeres  > Otros textos

Tres ensayos sobre la vida sexual
Gregorio Marañón
(1887-1960)
Biblioteca Nueva, Madrid, 1931  (p. 60, 70, 98, 123, 146, 211, 235, 242)
El primero de estos problemas es el del feminismo. El problema del feminismo ha sufrido en los últimos años una evolución muy rápida, que no podrá ocultarse ni aun a los menos interesados por él. Durante mucho tiempo las feministas que proclamaban la emancipación de la mujer han agitado el mundo pidiendo la igualdad de ambos sexos. Igualdad total, en los derechos y en la intervención en los sectores de la vida pública, que estaban hasta entonces reservados al varón. Si contemplamos el problema con un criterio naturalista, a la luz de los conceptos que acabamos de exponer, se comprenderá que hay una barrera infranqueable entre la actuación individuad y social de la mujer y del hombre; y si se olvida que existe ese obstáculo, el problema se verá, irremediablemente, confuso.

[...]

Se me dirá que, según nuestro modo de ver, el ejercicio del deporte debía estar reservado al varón, puesto que es un equivalente del trabajo y éste representa una función esencialmente varonil. Y es evidente que, dentro del esquema que venimos sosteniendo, hemos de contestar decididamente que sí. El deporte es originariamente una actividad masculina, y sólo en épocas muy tardías de la evolución humana la mujer normal, no la de excepción, se hace deportista. Y aun ahora la mujer vive de prestado en el ambiente deportivo, atraída, casi siempre, por un sentido pasajero de sexualidad ambigua que se ha extendido por las sociedades modernas y que tiene su expresión externa en el culto de ciertos aspectos del adorno, como el cabello corto y muchos detalles de la indumentaria femenina actual. La prueba de ello es que, salvo las profesionales, la mujer corriente pasa por los deportes como un meteoro, mientras es soltera o mientras no la ocupan demasiado los cuidados de la maternidad. Pero en cuanto esto ocurre, la feminidad verdadera se impone y la mujer deja sus hábitos deportistas, que son tan varoniles en su profundo sentido biológico como en el sentida aparente de la indumentaria. En el deporte, el papel que pudiéramos llamar fisiológico de la mujer es, como antes hemos dicho, el de espectadora; papel, repitámoslo, no pasivo y accidental, como pudiera crerse, sino lleno de trascendencia directa.

[...]

Es, pues, indudable que la mujer debe ser madre ante todo, con olvido de todo lo demás si fuera preciso; y ello, por inexcusable obligación de su sexo; como el hombre debe aplicar su energía al trabajo creador por la misma ley inexcusable de su sexualidad varonil. Oigamos otra vez la voz de Dios, insistente y eterna: "Tú, mujer, parirás; tú, hombre, trabajarás."

[...]

Prácticamente -digámoslo de un modo rotundo- una buena madre durante los años de la fecundidad, que son los centrales de su vida, no podrá ser ni deberá ser apenas otra cosa que madre.

[...]

Nada hay, por tanto, que añadir; la madre debe ser madre por encima de todo; y la maternidad, ya lo sabemos, no implica sólo un problema de incompatibilidad en el tiempo, sino que supone el máximo desarrollo de la esencia misma de la feminidad; y esta feminidad llena de trabas al espíritu para la abstracción mental y ética que se precisa ante el ejercicio de muchos de esos cargos públicos.

[...]

No parece sino que la mujer de nuestros tiempos, obsesionada por aquello de las ideas cortas y los cabellos largos, de Schopenhauer, se ha aplicado a desmentir esta gran tontería, no sólo alargando sus ideas, lo cual está muy bien, sino, además, acortando sus cabellos, lo cual no puede admitirse en su sentido profundo e inicial. La fórmula de la mujer diferenciada es esta otra: ideas largas, pero cabellos más largos todavía.

[...]

En mi libro 'La evolución de la sexualidad y los estados intersexuales' creo que queda bien demostrado que la feminidad representa un grado evolutivo intermedio entre la adolescencia y la virilidad, como ya supuso Spencer y recientemente Schultze y otros. La necesidad de especializar la energía hacia la compleja función maternal crea en la mujer este retraso, que es inmodificable. Sólo si las mujeres no tuvieran hijos en una serie larga de generaciones podría lograrse una mujer equiparable al hombre. Pero esto, obviamente, no es posible. El progreso biológico de la mujer, esto es, su identificación al varón, supondría, pues, el fin de la Humanidad.

[...]

La feminidad es una fase inicial; la virilidad, una fase terminal en la evolución de cada sexualidad. La superación de la feminidad por la virilidad constituye la verdadera crisis sexual. Y esta superación se verifica en la pubertad del hombre y en el climaterio de la mujer. Por eso, en la mujer el climaterio es mucho más complejo que en el hombre; y en éste, a la inversa, la pubertad más trascendente que en la niña.