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Derechos de las mujeres
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La impunidad de la misoginia digital


Cristina Oriol Val
. La Vanguardia, 6/3/2023 (fragmentos)

El acoso ejercido a través de las redes sociales, no solo facilita la difamación, sino que puede inducir feminicidios

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"Zorra". "Puta". "Ojalá te violen". Estos son algunos de los insultos que Gemma Herrero recibe por redes sociales desde hace más de un lustro. A los que también se le añaden las amenazas: "Ten cuidado, sé dónde vives". Gemma es periodista deportiva y su presencia en la esfera pública molesta a centenares de usuarios que la acechan con mensajes sexistas, denigrantes y amenazantes.

Si estos ataques ocurrieran en la calle, todo el mundo se echaría las manos a la cabeza. Pero suceden en las plataformas digitales, bajo el más estricto anonimato, donde todo pasa desapercibido y normalizado. Pero la realidad es que el 85% de las mujeres con presencia en internet en el mundo ha sufrido o presenciado violencia machista en el ámbito digital, según Economist Intelligence Unit (2021).

"Cuando te sucede algo así lo único que quieres es desaparecer. No quería ni participar en la radio, ni en una tertulia de televisión, ni estar públicamente en ningún sitio", relata para La Vanguardia la periodista, quien ha sufrido varias oleadas de ciberacoso.

La violencia machista digital es una prolongación de la violencia ejercida contra las mujeres fuera de la red. Los insultos, las calumnias y las amenazas son las formas más extendidas, pero no las únicas. El aumento del uso de las tecnologías de la relación, información y comunicación (TRIC) ha permitido a los agresores sofisticar las formas de violencia, ya sea en forma de control y/o manipulación de dispositivos, difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, desprestigio y difamación online y, en última instancia, inducción al feminicidio.

Estas violencias se dan en dispositivos, plataformas, redes sociales y páginas web, y afectan a las mujeres en el ámbito de la pareja o expareja, así como a las mujeres que ocupan cargos de relevancia pública como políticas, periodistas, activistas, etcétera. Además de sexista, la discriminación también es interseccional y cuantas más variables interseccionan el nivel de agresividad es mayor (colectivo LGTBIQ, mujeres racializadas, migrantes, personas con discapacidad…).

Una de las principales dificultades de estas violencias es la identificación de las mismas. "Hay una sensación de que somos unas exageradas y cuando explicas lo que te ha pasado te dicen que ‘tienes la piel muy fina’", explica la periodista Gemma Herrero, quién
asegura que se ha llegado a un punto de normalización de estos delitos. "Se tiende a decir que ‘son cuatro tarados’ o ‘no mires’. Pero el foco no puede estar en cómo lo percibe la víctima, sino en que esa violencia no es admisible".

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Lo cierto es que las violencias digitales no son inocuas y sus efectos traspasan las pantallas. "Una mujer que es acosada a través de las redes automáticamente reduce su presencia en ellas, así como el uso de los diferentes dispositivos", asegura Laia Serra, abogada penalista experta en violencias machistas. Y añade: "Tiene un impacto en todas las esferas de la vida, es decir, puede afectar al rendimiento laboral, a la capacidad de formarse, de acceder a la cultura, de realizar trámites administrativos…". En concreto, Gemma Herrero sufrió insomnio y afectó a su autoestima: "Vas con miedo a los sitios porque crees que no estás preparada y, al mismo tiempo, que cualquier cosa que digas va a ser utilizada en tu contra".

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"Hemos de empezar a ver todos los impactos de esta violencia en vez de tener una mirada tan estrecha que piense en la reputación digital, porque va mucho más allá", enfatiza Laia Serra. La abogada recuerda que todas las violencias machistas son "crímenes de mensaje". "Están castigando a las mujeres por lo que representan, ya sea porque tienen una profesión que ocupa un espacio masculino, por un cuerpo que escapa de los cánones o por las ideas que reivindican".

El informe 'Jóvenes en la manosfera' de la FAD (2022) revela que el denominador común que atraviesa a las diferentes subculturas misóginas digitales es la narrativa de la victimización masculina a manos del feminismo. "Colectivos organizados utilizan este argumento para minimizar o invisibilizar estas violencias y poder disolver a las mujeres", expone Eva Cruells, cofundadora del colectivo Donestech y coordinadora de Fembloc.

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