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Objetivo: Sensibilizar a los niños
en el problema del hambre y concienciarles de que ellos pueden ayudar a
resolver problemas de alimentación. Hacer comprender que tenemos
visiones miopes del problema, y en la medida de sus capacidades, permitirles
conocer que un equitativo reparto de riquezas puede salvar vidas humanas.
Tiempo: Estimado por el profesor.
Destinatarios: Desde los 8 años.
Material: Texto de Tagore fotocopiado
y distribuido a cada niño. Papel y lápiz. Fichas de cartulina
con «prejuicios». Texto de Pierre Gascar.
Desarrollo:
En grupos de 6 niños leerán atentamente
el texto de Tagore, cada uno individualmente subrayará en el texto
lo que más le llame la atención. En grupo, designado un portavoz,
escribirán las palabras subrayadas. Buscarán en el diccionario
aquellas que desconozcan. Y escribirán posteriormente las medidas
que ellos pondrían para que los niños no pasaran hambre.
En grupo clase leerán todas las
alternativas positivas y se comentarán las negativas. Posteriormente
se entregará a cada grupo las tarjetas con prejuicios. Cada grupo
leerá detenidamente cada tarjeta. Anotarán si están
o no de acuerdo y las razones que tienen para ello. Después leerán
el texto de Pierre Gascar. Y revisarán las anotaciones sobre las
tarjetas de prejuicios.
Reflexión:
En gran grupo debatirán sobre los resultados
de los trabajos y reflexiones del desarrollo de la dinámica. El
profesor puede invitar a personas o grupos que trabajan en favor de los
humildes. O solicitar material informativo a organizaciones no gubernamentales
para el desarrollo e interesarse en la forma de ayudarles y conocer los
proyectos de ayuda que realizan.
Actividades de profundización
- Comparar la situación de los pobres
del mundo de mediados del siglo XX con los de hoy.
- Localizar en un mapa Peters las zonas
reseñadas en el texto.
- Los alumnos deberán comparar
su dieta alimentaria con la de otras zonas de la Tierra.
- Los alumnos pueden hacer dibujos de
los alimentos que comen para el desayuno y descubrir cómo se producen
y distribuyen.
- Los alumnos pueden investigar lo que
sucede cuando hay excedente de alimentos en su casa. (¿Se conservan
los alimentos que sobran, se comparten, se venden, se desperdician?)
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La canasta de frutas, Tagore
"¿Quién
de nosotros se encargará de alimentar a los hambrientos?", preguntó
el Señor Buda a sus discípulos, cuando el hambre hacía
estragos en Shravasti.
Ratnakar, el banquero,
bajó la cabeza diciendo: "Será necesario mucho más
que mi fortuna para alimentar a aquellos que tienen hambre."
Jaysen, el jefe
del ejército del rey, dijo: "Daré gozoso la sangre de mi
vida, pero no hay suficiente alimento en mi casa."
Dharmapal, que poseía
grandes praderas, suspiró: "El dios de los vientos ha sacudido mis
tierras y no sé ni cómo pagar mis impuestos al Rey."
Entonces, Supriya,
la hija del mendigo se levanta.
Se inclinó
ante todos y humildemente dijo: "Yo alimentaré a esos miserables."
"¿Cómo?"
gritaron todos con gran sorpresa. "¿Cómo esperas cumplir
tu deseo?"
Supriya respondió:
"Soy la más pobre entre vosotros y ésa es mi fuerza. Mi tesoro
y mi abundancia los encontraré en cada una de vuestras puertas."
Texto de Pierre Gascar
Vuelvo a ver a esa
familia de Madrás, exactamente igual a decenas de millones de otras,
que viven cada día con sólo una ración de arroz (algo
más de un kilo). El salario cotidiano del padre, un jornalero, lo
invierte casi todo en la ración, que cuesta aproximadamente una
rupia. El arroz constituye las tres comidas del día para cuatro
miembros de la familia. El arroz frío en la mañana (el carbón
cuesta caro), el arroz recién cocido al mediodía y recalentado
en la noche, entonces acompañado de una salsa de pimienta que los
comerciantes al aire libre venden, por unas monedas. Y así todos
los días.
Es fácil
imaginar el gusto que tiene la vida. Por suerte, hay pimienta. La pimienta
de uno a otro confín del mundo, de México a Manchuria, haciendo
el gran viaje. Se satisface lo insaciable con una quemadura.
Pero los niños
no podrán aprovechar las vitaminas, tan necesarias para ellos, que
contiene la pimienta, y sus organismos carecerán de sustancias indispensables
para su salud, como las que contiene la leche. En la mayoría de
los países de Asia y Africa el ganado también quedó
subdesarrollado y la leche es sumamente rara. En la India, un litro de
leche cuesta media rupia, un cuarto del salario diario de ese empleado
del ferrocarril con turbante azul que conocí en Rajkot. Había
perdido seis hijos de tierna edad de los diez que había tenido.
Un nuevo niño acababa de nacerle. |