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Los
límites éticos del humor
Raúl
Vallejo. El Telégrafo, 5-2-2014
www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/los-limites-eticos-del-humor.html
¿Tiene algún
límite el humor? Desde el liberalismo ideológico de la posmodernidad
se pretende la canonización del humor como un espacio de la irreverencia
sin límites. Y, sin embargo, el arte, en general, tiene el límite
ético de lidiar con la verdad del artista y la verdad de la obra,
así como con las repercusiones sociales de sus planos significativos.
En ese marco, el humor, ya no entendido como una manifestación carnavalesca
de lo popular, sino como una elaboración ideológica y política
tiene, paradójicamente, serias responsabilidades y límites
éticos.
El humor facilón
basado en los prejuicios sociales ha sido sancionado socialmente no solo
por los grupos agredidos sino por la solidaridad con la otredad. Me refiero
a ese tipo de humor que, basado en los prejuicios sexuales de todo tipo,
suele representar las diferentes opciones sexuales de forma denigrante.
Ejemplo de lo dicho es la caricatura de la homosexualidad masculina con
la representación escénica de 'la loca', o de las personas
trans con imágenes de travestismo grotesco. No hay que olvidar la
discriminación de tipo sexista en que la mujer es mostrada como
un ser voluptuoso para recreación del hombre, tal como aparecía
en los programas del gordo Porcel. Existe también el estereotipo
regional: pastusos, gallegos o polacos son pueblos objeto de diversos niveles
de agresión mediante chistes que los caracterizan como tontos. Distinto
es cuando la burla humorística viene de alguien perteneciente al
grupo social objeto de ella y se convierte en una forma de autocrítica
basada en el humor sobre uno mismo.
También es
conocida, desde los estudios sicológicos, la carga de agresividad
que contiene el chiste y esa agresividad esconde, en muchas ocasiones,
no solo rencores profundos contra el blanco del chiste sino, ya en el plano
social, prejuicios de toda laya en contra de un grupo social determinado.
En el plano cotidiano, las bromas sobre las personas 'que nos caen mal'
suelen develar niveles reprimidos de odio y se ejecutan como formas taimadas
de venganza. En el plano político, la caricatura de los judíos,
por ejemplo, dibujados como seres codiciosos, faltos de compasión
y de aspecto repugnante ha sido utilizada de manera recurrente como elemento
propagandístico de las campañas antisemitas. ¿En cuánto
rebasa el límite de la ética de la aceptación al otro,
el humor antisemita del francés Dieudonné, sancionado legalmente
por sus chistes racistas?
Y está el
humor político que puede expresar, entre múltiples opciones,
una afirmación de principios o una crítica coyuntural. En
todos los casos, sin embargo, es necesaria la fidelidad histórica
frente a los hechos porque, de lo contrario, la crítica humorística
se convierte en una difamación, tan grave como los casos ya señalados.
Habría que puntualizar que el humor político no se refiere
únicamente a un gobierno sino también a los poderes fácticos.
Los caricaturistas de los diarios, por lo menos en Latinoamérica,
suelen concentrarse en la coyuntura, y mientras caricaturicen al político
de turno del que, por lo general, el dueño del diario es opositor,
todo marcha bien. Ese tipo de humor, en la práctica, es incapaz
de criticar a los poderes fácticos: el mismo poder del que hacen
gala los medios de comunicación; o el de los grupos empresariales
que pretenden imponer posiciones monopólicas; o el de la Iglesia
institucional.
No es cierto, por
lo tanto, que el humorista carece de responsabilidades éticas, políticas,
sociales o legales; tampoco es cierto que, a cuenta del humor, cualquier
cosa debe ser aceptada como verdad; y, finalmente, el límite ético
del humor político —al igual que para el análisis académico—,
está trazado por la veracidad de los hechos que utiliza para construir
un mensaje político. Y nada de esto es chiste. |