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Quino,
el humor libre
Fragmentos
de la entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz.
El Correo de la UNESCO.
Julio-agosto 2000
www.unesco.org/courier/2000_07/sp/dires.htm
¿Cómo
definiría su humor?
No creo que mis
dibujos sean de aquéllos que provocan la carcajada. Se trata más
de meter el bisturí que de hacer cosquillas. En realidad no lo busco,
me sale así. Me gustaría ser más divertido, pero con
la edad uno va perdiendo gracia y se va poniendo más incisivo.
Sus libros se
han publicado con éxito en Francia, Grecia, Italia, China o Portugal
… ¿quiere esto decir que existe un humor universal?
Creo que sí.
Las connotaciones locales varían por supuesto, sobre todo en el
humor político. A uno le cuentan cuentos que sirven tanto para la
España de Franco como para la Cuba de Fidel o para los regímenes
militares de América Latina. En otro tipo de humor, como el gastronómico,
lo que en Argentina hacemos con la carne en Japón se hará
con el arroz. He oído que un actor norteamericano se ha enamorado
de una forma japonesa de hacer humor. Va a aprender japonés y tratar
de exportar ese humor a Estados Unidos aunque un cuento japonés
con una tarta de cerezas él lo cuenta con una pizza para que la
gente lo entienda. Pero el humor funciona igual.
[...]
Usted dibuja indistintamente
con y sin palabras, ¿cree que el texto es indispensable para la
comprensión del humor?
Yo lo preferiría
sin palabras. Pero hay ideas que no se entenderían nunca si no les
agregas texto. En humor ocurre un poco como en el cine. Todo Chaplin, por
ejemplo, no necesita palabras. Jacques Tati tampoco las necesitaba. Pero
Woody Allen, que no hace gags visuales, si no habla pierde toda la gracia.
¿Cuáles
son sus temas favoritos?
No creo que haya
temas que prefiera, aunque a la larga uno descubre cosas recurrentes en
sus dibujos. En mí, la constante es el humor sobre débiles
y poderosos, la relación entre el poder y la gente. Crecí
en una familia muy politizada, la guerra civil española y el avance
del fascismo fueron dramas que marcaron mi infancia; ello me dio un sentido
político de la vida que me gusta reproducir en cada uno de mis dibujos.
Estimo que las relaciones de poder se dan en todos los ámbitos;
un personaje ante un funcionario público, que siempre es el poderoso,
o ante un camarero, ante un médico. Me interesan los roles en los
que uno siempre está subordinado a lo que opine el otro. También
trabajo sobre la vida y la muerte. En ese caso la muerte es el poderoso
y los vivos somos los débiles. Me preocupa la vejez como pérdida
de libertad, me aterra la idea de tener que depender de otras personas
para las cosas más elementales, así que dibujo viejitos de
84 años que quieren tomar una copa de vino y sus nietos se lo prohíben.
¿Hay algún
tema que considere tabú?
Cuando empecé,
hacía algunos chistes de presos, como todos los dibujantes. Los
presos y los náufragos son clásicos del humor universal.
Pero cuando en Argentina empezó a haber presos políticos
no lo pude volver a abordar, ni podría hacerlo. Creo contraproducente
tratar temas tan trágicos como la cárcel y la tortura a través
del humor, y aunque se me criticó por ello, nunca pude colaborar
con campañas de Amnistía Internacional. Tampoco me gustan
las tragedias, como terremotos o catástrofes naturales, aunque creo
que es más bien una fobia personal, que no comparten por ejemplo
los dibujantes brasileños. Recuerdo que hace años se cayó
un avión uruguayo con un equipo de rugby en la Cordillera de los
Andes. Los que se salvaron tuvieron que sobrevivir comiéndose a
los muertos… una revista de humor brasileña sacó un número
entero dedicado a eso, que a priori no tenía ninguna gracia. Y lograron
hacer cosas graciosas, de un humor negro terrible, pero divertidas. Y hace
poco vi un número de un semanario francés, creo que era el
Canard Enchaîné, sobre las violaciones en las cárceles.
Es un tema que yo no sabría cómo tratar.
[...]
¿Cuál
es el mayor disgusto que le ha dado su profesión?
Sin lugar a dudas,
mis mayores disgustos se han producido cuando se han utilizado mis viñetas
para cosas opuestas a la razón por la que las hice. En particular,
me molesta que se hayan usado mis dibujos en campañas políticas
de derecha. Una vez me enviaron de España una pegatina de Guille,
el hermano de Mafalda, en la que él llevaba la bandera franquista.
Aquello fue como un puño en el estómago, porque nací
en una familia que había perdido la Guerra Civil española
y todavía hoy lloro cuando veo películas sobre ese tema.
También utilizó mis tiras para una campaña política
un militar argentino que hasta hace poco era jefe de la policía
de Buenos Aires…. Me pregunto si esa gente me leyó y no entendió
nada de lo que quería decir o si entendió y justamente quiso
desnaturalizarlo. Son cosas que me dejan perplejo, aunque por otra parte
es muy difícil evitarlas. Por ahí me entero de que en Venezuela
también han usado a Mafalda en determinada campaña, pero
no voy a ponerme a buscar un abogado en Caracas porque no terminaría
nunca.
¿Siempre
ha tenido entera libertad en sus dibujos?
Paradójicamente,
durante los gobiernos militares argentinos, es decir casi todos, pues desde
que nací sólo he conocido cuatro presidentes elegidos democráticamente,
no hubo nunca un ente oficial de censura. Al contrario que en Brasil, donde
existía un organismo al que todos los dibujantes de humor tenían
que enviar sus dibujos antes de publicarlos, en Argentina eran los secretarios
de redacción quienes te trataban de convencer antes de publicar.
El problema era que nunca se sabía ni qué ni a quién
le molestaba tal cosa, así que uno se autocensuraba. Cuando llegué
a Buenos Aires desde mi provincia de Mendoza con una carpetita de dibujos
enseguida me enteré de que con la Iglesia no había que meterse,
con los militares tampoco, con los homosexuales no se podía hacer
nada, sexo poquísimo… Como era joven y quería publicar me
ceñía a los temas permitidos. El problema es que al llegar
periodos como el actual en los que se puede hacer de todo es muy difícil
quitarse esa costumbre casi de autocensura.
Vivió exiliado
durante la última dictadura argentina, ¿le obligaron a marcharse
del país?
Me fui cuando la
situación estaba muy mal. Habían desaparecido muchos amigos
míos y, cuando iba a entregar un dibujo en la revista en la que
publicaba habían puesto una bomba o la habían ametrallado
la noche anterior. Con un trabajo como el mío en el que uno puede
dibujar en una mesita de un hotel en cualquier sitio era estúpido
quedarse. Entre 1976 y el 1979 viví en Italia. Luego empecé
a volver poco a poco, a ver cómo estaba el ambiente. Ahora vivo
ocho meses en Buenos Aires y el resto en Milán, que es mi base europea.
Aunque visito mucho España y Francia.
Y, fuera de Argentina,
¿tuvo que hacer concesiones para publicar sus álbumes en
algún lugar?
Algunas sí,
pero en general son más bien anecdóticas y divertidas. Hace
unos quince años me enteré por casualidad de que Mafalda
era muy conocida en China. Me lo dijo una niñita china que me pidió
que le firmara un álbum en una feria del libro, en Buenos Aires.
Hasta entonces no tenía noticia alguna de que mis libros se hubieran
editado allí, así que quedé muy intrigado. Por medio
de un amigo, logré saber que eran ediciones piratas que se hacían
en Taiwán y de que el editor, como todo buen pirata, era un inglés.
Mi agente logró detener aquellas ediciones piratas y recientemente
comenzó a hacerse una en la China continental. Hace unos meses estuve
allí y pregunté cómo se habían traducido todas
las tiras en las que Mafalda habla del "peligro amarillo". En aquella época
se acababa de descubrir que China tenía la bomba atómica;
era un problema que preocupaba mucho en Occidente. Me respondieron que
todo lo que tiene que ver con China lo habían eliminado, porque
consideraban que yo no conocía China como para opinar sobre ella,
lo cual me pareció un argumento estupendo. También supe que
Susanita, la amiga de Mafalda que sueña con tener muchos hijitos,
es considerada casi subversiva debido a la política de planificación
familiar.
Mafalda es todo
lo contrario de lo políticamente correcto, ¿le ha causado
problemas alguna tira en particular?
Siempre recuerdo
un caso relacionado con Cuba, un país que he visitado siete u ocho
veces y donde tengo buenos amigos; hay una edición cubana de Mafalda
y los dibujos animados basados en la serie se hicieron allí. Pero
siempre que voy a La Habana alguien me pide explicaciones por una tira
en la que Mafalda está delante de una sopa, que es el plato que
más detesta en el mundo, y se pregunta por qué no dirá
Fidel Castro que la sopa es buena para que así la prohíban
en la Argentina. Es cierto que en aquella época todo lo que tenía
que ver con Cuba estaba mal visto en Argentina, sólo que Mafalda
dice: "¿Por qué ese cretino de Fidel Castro…?" Y, al margen
de Mafalda, en España el diario El País me ha censurado algunas
páginas por "negras", aunque siempre respondo que yo puedo ser negro,
pero nunca tanto como la realidad.
[...]
¿Por qué
cree que Mafalda continúa editándose y leyéndose casi
treinta años después de su desaparición?
Supongo que es porque
parte de su mensaje no ha perdido vigencia. La humanidad sigue teniendo
muchas asignaturas pendientes. El mundo que existía en 1973 cuando
dejé la tira y que Mafalda tanto criticó está igual,
si no peor que entonces. Si bien me halaga que se siga leyendo, también
es triste pensar que la injusticia social que ella denunciaba sigue existiendo.
[...] |