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La
feliz convulsión
Lluís
Cuguta. Ciencia y vida. La Vanguardia, 10-2-1996
La risa es la manifestación sonora
del sentido del humor. También es el reflejo psicofisiológico
más aparatoso. De hecho, una risa espontánea es un curso
de anatomía, una licenciatura en fisiología y un máster
de psicología. Reír comporta la contracción coordinada
de quince músculos faciales, la apertura de la glotis, la vibración
de las cuerdas vocales y la exhibición del aparato dental. Este
muestrario se acompaña por regla general de un amplio repertorio
de ruidos y muecas. Además, esta "feliz convulsión" pone
en juego también el diafragma y otros músculos del pecho
y del abdomen. A veces, incluso brazos y piernas se suman también
a la fiesta.
Tanta ostentación exige un enorme
esfuerzo cardiorrespiratorio de urgencia. La frecuencia cardíaca
se dobla y la presión sanguínea aumenta, la respiración
se hace más rápida y profunda y oleadas de oxígeno
invaden todos los rincones de las células. Se liberan hormonas y
se activa el metabolismo. Reír supone un importante gasto energético.
Así, a pesar de que uno puede morirse de risa tumbado en el sofá,
un cuarto de hora de risas queman tantas calorías como una excursión
en bicicleta o una buena carrera.
Después, al recuperar la compostura,
los músculos se distienden, incluso por debajo de su tono habitual,
un plácido cansancio se adueña del cuerpo y una suave euforia
embarga nuestro mente.
La risa es un tónico vigorizante
para el espíritu, un bálsamo universal que libera muchas
tensiones y barre no pocas pretensiones y miedos. La risa surge de la incongruencia
entre lo que se espera y lo que es realmente. Es la manifestación
íntima de una peculiar concepción del mundo y la valoración
individual de hechos y sensaciones. La risa, como expresión excelsa
del humor, es una afirmación de humanidad.
Pero el sentido del humor también
es comunicación y creatividad. El buen humor ofrece nuevas visiones
de cosas viejas. Propone aventurarse por senderos inhóspitos. El
humor da la vuelta a cualquier situación. Permite trascender cualquier
apuro y ayuda a sobreponerse a sentimientos de temor y desánimo.
Quien ríe a sus anchas, se ríe de sus penas. Y así,
luego, se siente mucho mejor, más animado e incluso más fortalecido. |