La
estructura del chiste
José
Corrales [Cómo desarrollar el sentido del humor. Paz Torrabadella
y José Corrales. Océano. Barcelona, 2002]
Si analizamos una película de Hitchcock,
veremos que la sensación de terror la va construyendo el director
poco a poco a partir de efectos que se van sumando a los anteriores, hasta
lograr que el miedo nos invada. Además, una vez logrado, esa desagradable
sensación de parálisis y frío en la nuca no nos abandona
súbitamente, sino que se mantiene durante algún tiempo, incluso
después de haber salido del cine. Por el contrario, el humor no
es continuo ni duradero: los lances cómicos siempre son breves incidentes,
con unidad y sentido propios, cuyo efecto muere a los pocos segundos.
A cada uno de esos efectos cómicos
unitarios, sean del tipo que sean, es a lo que aquí llamaremos «chiste».
Freud los define como «toda provocación consciente y hábil
de la comicidad», cualquiera que sea su forma.
Veamos como deben ser los chistes para
que resulten eficaces. Ya se ha comentado que para desencadenar el humor
hay que combinar la asociación de ideas incongruentes con la intención
burlesca. La primera es la cerilla que enciende el fuego y la segunda la
leña que alimenta las llamaradas de la risa. Asimismo, se ha descrito
que la forma más frecuente de construir una asociación incongruente
tiene la siguiente secuencia:
Arrancar con un planteamiento inicial dirigido
a encaminar el pensamiento en una dirección engañosa.
Por
ejemplo:
--Me gustaría
morir durmiendo como mi abuelo.
El cerebro, que es mucho más rápido
que las palabras, se adelanta tratando de imaginar cuál será
la continuación y se prepara para recibir una frase como: sufrió
un ataque cardíaco del que no se enteró, no sufrió
en absoluto, etc.
Después, se da al argumento
un giro ilógico e inesperado que burle la previsión del cerebro
y que choque con el planteamiento inicial:
--...y no gritando
de terror como los pasajeros del autobús que conducía.
Estos dos elementos que se han mencionado
serán denominados como planteamiento y giro. Veamos otro ejemplo:
Planteamiento: --Me han dicho que
le encanta la música.
Giro: --Pues sí, pero no
importa, puede usted seguir tocando.
El cerebro ha sido burlado, el planteamiento
inicial no le permitía prever el giro que luego iban a tomar estas
historias. Hay casos en los que no es necesario comenzar por un planteamiento,
porque éste ya está implícito en nuestra cultura,
y basta con un «giro» que rompa con el sentido común.
Por ejemplo:
--Es la sexta vez
en un mes que esa chica pierde la virginidad.
Es muy importante que la ruptura entre
el planteamiento y el giro sea a la vez brusca e inesperada. El elemento
sorpresa es fundamental. Si el cambio de dirección introducido
por el giro se puede prever, no habrá una auténtica incongruencia:
--Jaimito, ¿cómo
es que aún no te han dado las notas?
--Ya me las han
dado pero, como eran malas, se las presté a Pedrito para que le
diese un susto a su padre.
Al anticipar que las notas son malas se
deja entrever una parte de la información del giro, con lo cual
se reduce la sorpresa. Conviene que el viraje sea más brusco e inesperado;
por ejemplo:
--Jaimito, ¿no
te han dado las notas?
--Sí, papá,
pero se las presté a Pedrito que le quería dar un susto a
su padre. |