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La
risa es propia del hombre
Umberto
Eco. El nombre de la rosa. Editorial Lumen. Barcelona, 1982 (p. 161)
—Se habló
de la risa —dijo secamente Jorge—. Los paganos escribían comedias
para hacer reír a los espectadores, y hacían mal. Nuestro
Señor Jesucristo nunca contó comedias ni fábulas,
sino parábolas transparentes que nos enseñan alegóricamente
cómo ganarnos el paraíso, amen.
—Me pregunto —dijo
Guillermo—, por qué rechazáis tanto la idea de que Jesús
pudiera haber reído. Creo que, como los baños, la risa es
una buena medicina para curar los humores y otras afecciones del cuerpo,
sobre todo la melancolía.
—Los baños
son buenos, y el propio Aquinate los aconseja para quitar la tristeza,
que puede ser una pasión mala cuando no corresponde a un mal susceptible
de eliminarse a través de la audacia. Los baños restablecen
el equilibrio de los humores. La risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos
de la cara, hace que el hombre parezca un mono.
—Los monos no ríen,
la risa es propia del hombre, es signo de su racionalidad.
—También la
palabra es signo de la racionalidad humana, y con la palabra puede insultarse
a Dios. No todo lo que es propio del hombre es necesariamente bueno. La
risa es signo de estulticia. El que ríe no cree en aquello de lo
que ríe, pero tampoco lo odia. Por tanto, reírse del mal
significa no estar dispuesto a combatirlo, y reírse del bien significa
desconocer la fuerza del bien, que se difunde por sí solo.
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