El objetivo de las actividades de este apartado es poner de relieve la discriminación existente contra la mujer en el ámbito público y privado. Heredera de la discriminación que históricamente la mujer ha padecido y justificada a partir de interpretaciones interesadas de las obvias diferencias existentes entre mujeres y hombres (diferencias que en ningún caso legitiman ningún tipo de discriminación), su propósito ha sido siempre mantener la sumisión de la mujer con relación al varón.Entre las personas hay diferencias congénitas (por razón de sexo, características raciales, constitución...) y diferencias adquiridas (por hábitos, educación, asignación de roles…).
Las diferencias congénitas, si las sabemos valorar, son enriquecedoras: sólo son causa de conflicto cuando un sector de la sociedad las utiliza para infravalorar a otro sector social, de forma sutil o llegando a justificar la marginación o la agresión a "las personas diferentes" (como en el caso de las agresiones homofóbicas, racistas o misóginas).
Las diferencias adquiridas pueden ser negativas o positivas. Por ejemplo, son diferencias positivas (o como mínimo neutras) la diversidad en los gustos musicales o literarios, en las costumbres gastronómicas, en la forma de vestir, la preferencia por la vida rural o urbana, etc. En cambio, son diferencias negativas aquellas que limitan la capacidad de disfrute de las necesidades vitales de las personas o la expansión de sus potencialidades: la falta de acceso a la libertad, a la sanidad, a la alimentación, a la educación, a la cultura...
La falta de uniformidad entre los miembros de una comunidad es una característica enriquecedora. Pero las diferencias que propician desigualdad de derechos no se deben tolerar: configuran las distintas discriminaciones existentes, generadoras siempre de distintos niveles de violencia explícita o encubierta.
Una de las peores formas de violencia es la que sufren en muchas ocasiones las mujeres por el mero hecho de serlo: a las discriminaciones abiertas o encubiertas que sufren en la práctica totalidad de las sociedades de todo el mundo, se le añaden demasiado a menudo las agresiones físicas que padecen de forma cotidiana, convirtiendo sus vidas en calvarios o culminando de forma irreparable en brutales homicidios.
Las discriminaciones siempre nos empobrecen; al contrario de las diferencias, que nos pueden enriquecer cuando sabemos valorar la riqueza que contienen. Además, las discriminaciones perjudican y empobrecen tanto a los que las sufren como al conjunto de la sociedad, que se degrada a causa de la injusticia que se produce en su seno.
Mujeres y hombres somos efectivamente diferentes, pero iguales en derechos. En un mundo complejo de múltiples creencias particulares la Declaración Universal de los Derechos Humanos es la única referencia posible para una moralidad compartida, para una ética universal. En los artículos 1 y 2 ya se afirma tajantemente que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, sin distinción alguna por el hecho de ser hombres o mujeres. Este es el único límite real para las múltiples diferencias posibles entre las personas: que no atenten contra los principios contenidos en la Declaración Universal.
Sacar a la luz las discriminaciones contra las mujeres (y valorar las diferencias enriquecedoras entre mujeres y hombres), es el objetivo de estas propuestas.