Historia de la pena de muerte
Cesare Beccaria (Milán, 1735-1794)
"No es, pues, la pena de muerte derecho, cuando tengo demostrado que no puede serlo, es sólo una guerra de la nación contra un ciudadano, porque juzga útil o necesaria la destrucción de su ser."
Cesare Beccaria1764: en el contexto de una Europa en la que todos los países aplicaban la pena de muerte para múltiples delitos, Beccaria publicó Tratado de los delitos y las penas. En esta obra, Beccaria se pronuncia abiertamente en contra de la tortura y de la pena de muerte. De esta segunda dice:
Para entender el impacto de la obra de Beccaria en su tiempo, imaginemos por ejemplo el impacto que tendría hoy un libro sobre el actual sistema penal, escrito por un intelectual de prestigio (Beccaria era jurista y economista, y a la vez seguidor de los enciclopedistas franceses) en el que se propugnara la abolició de las prisiones debido a su crueldad e inutilidad.
- Que los hombres no pueden atribuirse el derecho de matar a sus semejantes.
- Que la pena de muerte no es un derecho, sino una guerra de la nación contra un ciudadano.
- Que esta guerra, además, está perdida por adelantado, puesto que la última pena no tiene efectos disuasorios sobre las personas que desafían a la sociedad.
- Que este ejemplo de atrocidad tiene un efecto negativo sobre las pasiones de los hombres, y que es absurdo que las leyes, para alejar a los ciudadanos del asesinato, ordenen un asesinato público.
En un mes se agotó la primera edición del libro, pronto fue conocido en todos los estados italianos, y poco después por toda Europa mediante decenas de ediciones y traducciones. El éxito de la obra de Beccaria fue debido sobre todo al olvido intencionado de cualquier tipo de discusión jurídica y al hecho de tener una redacción simple, agradable e inteligible (la mayoría de los críticos anteriores, habían sido teólogos o humanistas, intelectuales que escribían a menudo en latín para una minoría).
Una obra tan osada para su tiempo era inevitable que propiciara numerosos detractores, especialmente entre los sectores más reaccionarios, tal como su autor ya había temido. En 1766 la Iglesia lo incluyó dentro del Índice, es decir, la relación de libros prohibidos.