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 4 Propuestas Didácticas
  Cuento: las alfombras voladoras
Adaptación libre del cuento "Las alfombras voladoras", de César Díaz.
Esta es la historia de un niño que se llamaba Iqbal. Iqbal vivía en un pueblecito de Paquistán, un país que está al lado de la India, en Asia. Ya de muy pequeño, Iqbal soñaba con las aventuras de Aladino, y en las de todos aquellos personajes de los cuentos que sabían volar en las alfombras voladoras.

En el pueblo donde vivía Iqbal las alfombras tenían mucha importancia, ya que mucha gente trabajaba en una fábrica de alfombras que había allí. A veces Iqbal se aproximaba y, desde el exterior, se extasiaba mirando la lana coloreada acabada de teñir cuando la tendían al sol. Y cuando contemplaba las alfombras ya terminadas, soñaba que vivía aventuras fantásticas montado en una alfombra voladora. Iqbal era muy pequeño y tenía una gran fantasía.

Los padres de Iqbal eran muy pobres. Un día, su madre le dijo que era necesario que fuera a trabajar a la fábrica de alfombras, porque su padre debía dinero al amo de la fábrica y no se lo podía devolver. Iqbal veía a su padre y a su madre muy tristes, y él estaba desconcertado. No entendía su tristeza, porque pensaba que era una suerte poder ir a la fábrica y hacer el mismo aquellas alfombras tan maravillosas.

Al cabo de unos días, el amo de la fábrica lo fue a buscar. Entonces, Iqbal, viendo la profunda tristeza de sus padres, tuvo un mal presentimiento, y el miedo y la angustia se apoderaron de él. Pero, tragándose las lágrimas, tuvo que despedirse de sus padres y partir para la fábrica. Cuando llegó, el amo le mando entrar en una nave, poco iluminada y mal ventilada, en la cual muchos otros niños trabajaban sin descanso tejiendo alfombras.

A partir de entonces, Iqbal apenas vio el sol. Era un niño, pero todos los dias se los pasaba enteros tejiendo alfombras, moviendo sus pequeños dedos tan rápidamente como podía, porque si no se apresuraba el amo se enfadaba. Pero, a pesar de todo, Iqbal aún soñaba, y es que sus sueños se habían convertido en lo único agradable en su vida. Soñaba despierto mientras trabajaba; soñaba que un día, montado en una alfombra, se escaparía de la fábrica, y con sus padres viajaría a lugares lejanos y maravillosos.

Pero al amo todo esto no le gustaba nada. Decía que mientras Iqbal soñaba despierto los dedos se le dormían, y que si los dedos no trabajaban con ligereza tardaba más en hacer las alfombras. Cuando Iqbal o sus compañeros se distraían, el amo los castigaba severamente; quería que Iqbal y el resto de los niños hicieran muchas alfombras, ya que cuantas más hacían más dinero ganaba él.

Para Iqbal cada ida eran más insoportables el amo y la fábrica. Y un dia se escapó, completamente decidido a no volver jamás. Pero Iqbal no olvidaba que había muchos niños que continuaban trabajando en la fábrica de alfombras. Él entonces sólo tenía 12 años, pero empezó a moverse, a protestar y a proclamar por todas partes que era una vergüenza que los amos de las fábricas de alfombras hicieran trabajar a los niños de aquella forma.

Iqbal, además, se enteró de que, a pesar de que estaba prohibido, en su país era un hecho generalizado el trabajo infantil en las fábricas de alfombras. Las leyes del país no lo permitían, y menos aún en aquellas condiciones tan duras. Mientras, otros niños, viendo su ejemplo, también empezaron a protestar... e Iqbal volvió a soñar de nuevo, pero esta vez las alfombras de sus sueños diseminaban por todo el país las denuncias y las quejas contra los amos de las fábricas de alfombras.

Los amos se enfadaron mucho. Para ellos era normal el trabajo infantil, les salía muy barato. O gratis, como en el caso de Iqbal y de los niños que trabajaban para pagar las deudas de sus familias. ¡Y ahora Iqbal lo quería impedir! ¡Y encima animaba a los otros niños a protestar! ¡Sí, Iqbal estaba a punto de conseguir que el gobierno del país se viera obligado a hacer cumplir las leyes que impedían el trabajo infantil!

El final de esta historia es muy triste: Era un día de fiesta. Iqbal montó en su bicicleta y se fue al río, a encontrarse con sus amigos. Pero no llegó nunca... porque una bala asesina tiñó de sangre sus alfombras voladoras.
 


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