Derechos humanos y artes plásticas
Teresa Sesé
La Vanguardia, 5-3-2011
Edward Hopper. Hotel Room, 1931. Museo Thyssen-BornemiszaO madonna o pin up. O tierna madre o puro y duro objeto de deseo. Estos son los dos grandes destinos a los que los artistas varones han condenado tradicionalmente a la mujer en sus representaciones de lo femenino. Pero junto a esa galería de mujeres erotizadas, complacientes, sumisas, disponibles, vencidas o esclavizadas que pueblan los museos de todo el mundo, las hay también fuertes y orgullosas, activas, independientes, intelectual y físicamente poderosas, desafiantes, creadoras, dominantes, guerreras...
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Guillermo Solana recuerda que las Guerrilla Girls se preguntaban ya en 1985: “¿Tienen que desnudarse las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum of Art?”, denunciando así, entre interrogantes, que sólo el 5 por ciento de los artistas del museo eran mujeres, pero el 85 de los desnudos eran femeninos.
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Lo tradicional ha sido que el hombre fuera el pintor y la mujer el tema del cuadro, el hombre el escritor y la mujer la musa, el hombre el buscador de belleza y la mujer la belleza encarnada (como escribió Bécquer: ‘¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú’), reflexiona la escritora Laura Freixas, presidenta de la asociación Clásicas y Modernas, creada para la igualdad de género en la cultura. “La mujeres no han tenido genéricamente poder, ni por lo tanto, capacidad de integrarse en los grandes oficios. Pero también es verdad que en la pintura clásica hubo muy buenas artistas, muchas más de las que conocemos, lo que pasa es que no han tenido visibilidad, no se las ha colgado en los museos”, señala por su parte la filósofa Amelia Valcárcel, vicepresidenta del Patronato del Museo del Prado y miembro del Consejo de Estado.
Un dato: de las 11.000 obras que componen los fondos del Prado, sólo 38 están firmadas por mujeres y de estas únicamente 7 están a la vista del público.
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Es paradigmático el caso del surrealismo”, destaca López F. Cao. “En un momento de empoderamiento femenino en el que aparecen con grandes artistas mujeres, como Remedios Varo o Maruja Mallo, hay otro masculino muy regresivo en el que retoman la idea de la muñeca como imaginario del cuerpo femenino. ¿Es casual? ¿Por qué hay tantas artistas surrealistas silenciadas o minimizadas?”. López F Caro se detiene ahora en la guerra civil española para señalar cómo la imagen que se ha proyectado de la mujer en ese periodo es el de la víctima que aparece en el mismo paquete que ancianos y niños, “cuando hay centenares de fotos, mucho más silenciadas, en la que se la ve trabajando y luchando codo con codo con los hombres. “El propio Picasso, gran misógino, crea esa imagen tan poderosa de la mujer desgarrada por la muerte del hijo en el Gernika. Una realidad pero no toda.
Pero ¿cómo se ven las mujeres a ellas mismas? ¿Cómo se representan? “La incorporación de la mujer como autora ha conllevado una gran dosis de realismo, de traer hacia el aquí y el ahora los temas que representaba, incorporando lo cotidiano, lo terrenal para romper la dicotomía de su imagen de objeto tocable-intocable. Las mujeres se preocupan por barrer fronteras entre un mundo privado y otro público, entre un mundo político y otro poético, y acortando distancias elaboran una nueva imagen del sujeto atendiendo a la transitoriedad del sujeto, a la importancia del proceso en detrimento de los resultados”, responde Eulàlia Valldosera.
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