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Con una votación de 7-2, la máxima corte del país ha establecido que a pesar de que "no hay duda de que los Estados poseen el poder legítimo de proteger a los menores, no poseen el poder de restringir las ideas a las cuales los niños están expuestos", ha escrito el juez Antonin Scalia, como portavoz de la mayoría, en una clara victoria de la Primera Enmienda -y de la industria del videojuego que recauda anualmente más de 18.000 millones de dólares-.
La Ley de California fue firmada en 2005 por el entonces Gobernador Arnold Schwarzenegger -político que, sin embargo, en su vida anterior de actor, había encarnado personajes tan violentos como Terminator- pero un tribunal de apelaciones de San Francisco la paralizó antes de que entrase en vigor. La normativa estaba destinada a limitar a las personas mayores de 18 años la venta de vídeos que dieran al jugador la opción de "matar, mutilar, descuartizar o asaltar sexualmente la imagen de un ser humano" de una forma ofensiva. La misma ley definía ese tipo de videojuegos como aquellos que "apelan al interés morboso de los niños y son claramente ofensivos para los estándares de la comunidad". Los centros de venta se hubieran enfrentado a multas de hasta 1.000 dólares por violar la ley, que hubiera también obligado a las compañías a marcar los productos con un aviso en un lugar destacado de que el producto estaba destinado a los mayores de 18 años.
La votación en el Supremo ha creado una coalición poco usual entre sus miembros. La opinión mayoritaria representada por Scalia ha sido apoyada por los jueces liberales Ruth Ginsburg, Sonia Sotomayor y Anthony Kennedy, entre otros. Sin embargo, los jueces Clarence Thomas y Stephen Breyer han considerado que sus colegas leen en la Primera Enmienda algo que no existe. "Los padres fundadores establecieron el derecho a la libertad de expresión pero no el derecho a hablar a un menor sin contar con los padres o guardianes".
Scalia insiste en su argumentación que no existe tradición en EEUU de restringir el acceso a los niños a materiales violentos y apunta que cuentos tan clásicos -y que se leen a los niños a la hora de dormir- tienen sus altas dosis de violencia gore-. Hansel y Gretel acaban con su captora asándola en un horno; a las malvadas hermanastras de Cenicienta las palomas les picotean los ojos y la Bruja de Blanca Nieves es obligada a llevar zapatillas rojas y bailar hasta caer muerta (versión americana estas dos últimas).