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Uno de ellos es el colombiano Vander Caballero quien, en un artículo escrito en 2014 para Huffington Post, reflexionaba sobre las posibilidades de los videojuegos como elementos integradores: "El clima es propicio para que las empresas creen juegos más diversificados e inclusivos para todos, independientemente de su género, raza y nivel de capacidad. Para mí, esto tiene sentido desde una perspectiva humana y comercial, ya que cada vez más personas piden algo más que fantasías de poder que reproduzcan los clichés dominantes. Como creador de juegos y como padre, siento la responsabilidad de crear experiencias que entretengan e inspiren a conectarnos con nuestra humanidad, con nuestro sentido de empatía". Caballero -que ha trabajado para Electronics Arts en sagas tan conocidas como FIFA- es autor de Papo y yo, un videojuego poco convencional puesto que está inspirado en la biografía del propio autor y sus problemas de convivencia con un padre alcohólico y violento. A través de una metáfora (un niño que tiene como amigo a un monstruo que se vuelve irascible y peligroso cuando come ranas), el juego quiere enseñar a los más pequeños a afrontar los problemas y transformar el mundo.
El colombiano, para
quien los videojuegos fueron un refugio durante su infancia, cree que tienen
potencial para ser algo más que un mero entretenimiento: "cuando
jugaba a Zelda o Mario durante horas y horas, al terminar sentía
que había perdido el tiempo". En la actualidad Caballero dirige
su propio estudio, Minority, desde el que ha desarrollado Time Machine,
un videojuego de realidad virtual que propone un viaje a la prehistoria
con fines educativos. Una capacidad, la de enseñar, que no tiene
que estar enfrentada a la diversión aunque pueda resultar complejo
en un mercado tan competitivo: "Como creador tienes que poner tus valores.
Entretener y conectar con lo humano en los videojuegos es lo más
difícil que hay".