Transexuales.
Guillermo Hernaiz. El tercer sexo. Ediciones B, 2007 (p. 11, 13)
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Una de las cuestiones que descubrimos al vivir en sociedad es que cuando un problema sólo afecta a un muy reducido porcentaje de personas la mayoría restante no se molesta mucho en resolverlo.
Sólo así podemos entender la increíble marginación en la que viven las transexuales (mujeres nacidas en cuerpos de hombres) y la escasa importancia que le damos a su mundo, sus problemas y su integración, más allá de su indudable papel exótico de animadoras de la noche y de cotizadas meretrices para los buscadores de lo nuevo y distinto en la cama.
Por no mencionar a los transexuales (hombres encerrados en cuerpos de mujer), cuya percepción publica es aún menor y su periplo de reasignación física mucho más complejo.
(...)
Imagina, pues, que eres un adolescente y que cada mañana al mirar al espejo encuentras ante ti un cuerpo en el que no te reconoces. Una imagen que no se corresponde con la sexualidad que te transmiten tus pensamientos, tus sueños, tus pulsiones íntimas. Un cuerpo en el que echas de menos una parte que sientes viva desde pequeño en tu interior, pero que no se expresa naturalmente en el reflejo.
Estás ahí, desnudo ante ese espejo de baño, y ves tu cuerpo de hombre con sus genitales aún aniñados, su vello incipiente, su tímida nuez, su mandíbula que va cobrando rigidez... Y sin embargo, pese a esa evidencia corporal, tu diálogo interior lleva años diciéndote que en realidad eres una mujer y que ese cuerpo es como una cárcel que la oculta.
¿Cómo piensas que te sentirías si vivieras algo parecido? ¿Con quién te parece que te atreverías a comentarlo? ¿Lo harías con tu familia, con tus amigos del colegio? ¿Qué crees que harías al respecto? ¿Seguirías callado ocultando esa insatisfacción, o buscarías fuera de tu entorno personas parecidas que tuvieran una situación similar?
Contesta las cinco preguntas del último párrafo.