Necrópolis.
Boris Pahor (superviviente del campo de Natzweiler-Struthof). 'Necrópolis' (1997). Anagrama, 2010 (p. 39, 197, 209, 220)
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Para aquellos que habían dejado de respirar, se utilizaban unas tenazas de un metro de largo que se cerraban alrededor de la piel amarillenta del cuello. (Sí, es verdad, no estaría mal que alguien investigara el perfil psicológico del que inventó las tenazas que servían para arrastrar un cadáver hasta el montón de otros cadáveres, y desde allí a un ascensor de hierro ubicado debajo del horno.)
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El pánico aturdido que me acechaba se originaba en la sensación de estar perdido en medio de una masa fluida, amorfa y extremamente vulnerable. Era por la noche cuando más se notaba esta ola de niebla, cuando había que subir a los lechos y en lugar de mantas nos entregaban sacos de dormir de papel.
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La piel humana colgaba en Dachau, cuenta el doctor Blaha, como las prendas de ropa mientras se secan. De ella fabricaban piel fina para los pantalones de equitación, las carteras, las zapatillas y también para encuadernar los libros. Por eso, dice el doctor Blaha, no convenía tener una piel bella.
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Ana Frank dice que a pesar de todo no dejó de creer en la bondad de la esencia del hombre. Y estoy de acuerdo, pero la cuestión es cuándo la humanidad llegará a organizarse y quién la organizará de manera que pueda prevalecer la bondad y no la depravación y el sadismo.
1. ¿Quién era Ana Frank?
2. Teniendo en cuenta los tres primeros fragmentos, comenta lo que se dice en el último.