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Concretamente, ante la sospecha de que puede ocultar información vital, el propio secretario de Defensa de los EE UU en la ficción ordena que se torture a su propio hijo mediante privación sensorial, y en el episodio del jueves, una de las propias empleadas del Ministerio de Defensa es sometida a descargas eléctricas, aunque luego resulta inocente. En el mismo episodio, uno de los comandos tortura a una detenida árabe herida para que le dé información sobre los que van a provocar la fusión de varias centrales atómicas.
La moraleja que se impone en cada episodio es la de que la tortura está justificada para evitar males mayores. Por desgracia, en los medios se ve todos los días que estas hipótesis se llevan a la práctica de modo sistemático. Lo que no acabo de explicarme y me preocupa es que esta serie -vista por cientos de miles de espectadores- no haya recibido una sola crítica en este sentido y que los directivos de la cadena no hayan reparado en que, a la par que entretener y hacer negocio, esta serie tiene el objetivo de hacernos más tolerantes con los métodos de tortura más denigrantes empleados de forma indiscriminada contra terroristas o meros sospechosos. Se trata de hacernos creer que el fin justifica los medios. ¿Lo conseguirán?