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El carismático general cree difícil definir la responsabilidad política de aquella misión impuesta al Ejército, pero asegura que los políticos "venían regularmente a Argel (...) y ninguno de ellos me dijo nada nunca a este respecto, ni siquiera: æVaya usted un poco más suave'". El general Massu, que declara haber lamentado "verse en la situación de asumir una misión policial", afirma que los políticos "tenían mucho miedo de lo que ocurría en Argel entonces y querían que aquello acabase a cualquier precio". "Deberíamos haber actuado de otra manera -reconoce-, pero desgraciadamente ni Salan, Allard ni yo mismo ni nadie encontramos otra forma."
Las declaraciones de Massu vienen acompañadas de otras revelaciones demoledoras de quien fuera su brazo derecho al frente de los servicios de información, el general Paul Aussaresses, de 82 años. A diferencia de su superior, el jefe militar considera que "no hay de qué arrepentirse", pese a confesar haberse "entregado a la tortura" y de haber "procedido personalmente a ejecuciones sumarias". Incluso da la cifra: 24 prisioneros. Aussaresses, que asegura que los políticos estaban "perfectamente al corriente" de todo, confirma el dato de 3.024 "desaparecidos" entre las 24.000 personas confinadas. "De hecho -confiesa- se ejecutaba a los detenidos (...) La tortura nunca me ha gustado, pero me resolví a ello desde que llegué a Argel. En aquella época la tortura ya estaba generalizada." El ya octogenario general llega a decir que le "cabrearía" tener que volver a hacerlo, pero que "haría lo mismo, porque no creo que se pudiera hacer nada distinto".