Don
Quijote de la Mancha
Miguel
de Cervantes Primera
parte, Capítulo XXII. De la libertad que dio don Quijote a muchos
desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir
Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta
gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia,
que después que entre el famoso don Quijote de la Mancha y Sancho
Panza, su escudero, pasaron aquellas razones que en el fin del capítulo
XXI quedan referidas, que don Quijote alzó los ojos y vio que por
el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados,
como cuentas en una gran cadena de hierro, por los cuellos, y todos con
esposas a las manos. Venían ansimismo con ellos dos hombres de a
caballo y dos de a pie; los de a caballo, con escopetas de rueda, y los
de a pie, con dardos y espadas; y que así como Sancho Panza los
vido, dijo:
--Ésta es cadena de galeotes, gente forzada del Rey, que va a las
galeras.
--¿Cómo gente forzada? --preguntó don Quijote--. ¿Es
posible que el Rey haga fuerza a ninguna gente?
--No digo eso --respondió Sancho--, sino que es gente que por sus
delitos va condenada a servir al Rey en las galeras, de por fuerza.
--En resolución --replicó don Quijote--, como quiera que
ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su
voluntad.
--Así es --dijo Sancho.
--Pues desa manera --dijo su amo--, aquí encaja la ejecución
de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables.
--Advierta vuestra merced --dijo Sancho-- que la justicia, que es el mesmo
Rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga
en pena de sus delitos.
Llegó, en esto, la cadena de los galeotes, y don Quijote, con muy
corteses razones, pidió a los que iban en su guarda fuesen servidos
de informalle y decille la causa o causas porque llevan aquella gente de
aquella manera. Una de las guardas de a caballo respondió que eran
galeotes, gente de Su Majestad, que iba a galeras, y que no había
más que decir, ni él tenía más que saber.
--Con todo eso --replicó don Quijote--, querría saber de
cada uno dellos en particular la causa de su desgracia.
[...]
--Pues, ¿cómo? --repitió don Quijote--. ¿Por
músicos y cantores van también a galeras?
--Sí, señor --respondió el galeote--; que no hay peor
cosa que cantar en el ansia.
--Antes he yo oído decir --dijo don Quijote-- que quien canta, sus
males espanta.
--Aca es al revés --dijo el galeote--; que quien canta una vez,
llora toda la vida.
--No lo entiendo --dijo don Quijote.
Mas una de las guardas le dijo:
--Señor caballero, cantar en el ansia se dice entre esta gente non
santa confesar en el tormento. A este pecador le dieron tormento y confesó
su delito, que era ser cuatrero, que es ser ladrón de bestias, y
por haber confesado le condenaron por seis años a galeras, amén
de doscientos azotes, que ya lleva en las espaldas; y va siempre pensativo
y triste porque los demás ladrones que allá quedan y aquí
van le maltratan y aniquilan, y escarnecen, y tienen en poco, porque confesó,
y no tuvo ánimo de decir nones. Porque dicen ellos que tantas letras
tiene un no como un sí, y que harta ventura tiene un delincuente,
que está en su lengua su vida o su muerte, y no en la de los testigos
y probanzas; y para mí tengo que no van muy fuera de camino.
[...]
Tras todos éstos venía un hombre de muy buen parecer, de
edad de treinta años, sino que al mirar metía el un ojo en
el otro un poco. Venía diferentemente atado que los demás,
porque traía una cadena al pie, tan grande, que se la liaba por
todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la una en la cadena, y la
otra de las que llaman guardaamigo o pie de amigo; de la cual decendían
dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos
esposas, donde llevaba las manos, cerradas con un grueso candado, de manera,
que ni con las manos podía llegar a la boca, ni podía bajar
la cabeza a llegar a las manos. Preguntó don Quijote que cómo
iba aquel hombre con tantas prisiones más que los otros. Respondióle
la guarda: porque tenía aquél solo más delitos que
todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco, que
aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino
que temían que se les había de huir.
--¿Qué delitos puede tener --dijo don Quijote--, si no han
merecido más pena que echalle a las galeras?
--Va por diez años --replicó la guarda--, que es como muerte
cevil. No se quiera saber más sino que este buen hombre es el famoso
Ginés de Pasamonte, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla.
[...]