Faltan vacunas, faltan programas de vacunación y sobran contagios. La alta capacidad de contagio de la variante delta exige que el 90% de la población esté vacunada para que se alcance la inmunidad de grupo. Ya no basta con el 70%, como ocurrían con la anterior variante Wuhan.
Esto supone vacunar a 7.110 millones de personas. Sin embargo, de momento, sólo se ha vacunado al 25% de la población mundial, mayoritariamente en los países de rentas más altas. En África, por el contrario, los vacunados apenas llegan al 1%.
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Los países del G-7, reunidos en el sur de Inglaterra a mediados de junio, y los del G-20, que se vieron en Venecia hace una semana, han reconocido lo que cualquier epidemiólogo sostiene desde el inicio de la pandemia a finales del 2019, que nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos.
De ahí que anunciaran un plan para vacunar al mundo. Vilasanjuan admite que llega tarde, y este retraso De Jesús [María de Jesús, experta en desigualdades sanitarias de la American University] lo vincula con el que también se sufrió durante la epidemia del sida.
Entonces se tardó una década en conseguir que las farmacéuticas cedieran las patentes para que se pudieran fabricar retrovirales a bajo coste. Millones de vidas se perdieron en los países pobres por no haber actuado antes, explica De Jesús.
La cooperación internacional añade podría reducir ahora las muertes a la mitad, y cita un estudio de la Northeastern University para demostrarlo: Allí donde se ha podido vacunar masivamente, es decir, en la mayor parte de los países ricos, se han evitado un 33% de las muertes. Si la distribución hubiera sido equitativa en todo el mundo, se hubieran podio evitar hasta un 61%.
El G-7 admite que falta un largo camino para conseguir un acceso equitativo a las vacunas. Son necesarias más de 14.000 millones de dosis, y mientras los países ricos, con apenas un 1,4% de la población mundial, han acaparado la mitad producción, los pobres, como señala Vilasanjuan, siguen en la cola de la compra.
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La solución a la pandemia, como apunta De Jesús, radica en estas medidas que ahora se empiezan a tomar: priorizar el acceso a las vacunas, facilitar su producción y financiar su compra.
La urgencia es extrema. Los países más afectados por la covid, en África y Asia, por ejemplo, son también los que más deuda exterior tienen. Hay 25 que destinan más dinero a pagar a sus acreedores en los centros financieros de Nueva York, Londres, Frankfurt y Shanghai que en combatir las tremendas desigualdades que ha creado la pandemia en áreas como la sanidad, la educación, el acceso al agua potable, la electricidad e internet.
El tiempo perdido en dar una verdadera respuesta global, permitirá al virus seguir mutando y, posiblemente, ganando velocidad de contagio. Con la variante Wuhan cada infectado podía contagiar hasta a tres personas, con la delta son hasta ocho. Estos acelerones, como indica Vilasanjuan, anticipan que, por mucho que mejore la producción, van a faltar vacunas y es necesario que se aprueben nuevas cuanto antes.
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