La capilla de Sant Llàtzer, en la plaza del Padró, es lo que queda del antiguo hospital de leprosos que se erigía en este lugar desde mediados del siglo XII y uno de los pocos vestigios románicos de Barcelona. Hoy, tan solo una ventana tapiada recuerda el pasado del templo como parte de la leprosería. A través de esta obertura, los enfermos tratados en el hospital podían seguir la misa sin mezclarse con la población. Era la ventana de los leprosos.Todavía son visibles las señales de los barrotes que antiguamente cubrían la ventana. Y es que la lepra fue durante siglos una enfermedad temida y avergonzante que conducía al aislamiento de quienes la padecían. La ventana de Sant Llàtzer puede considerarse, pues, un símbolo de aquel estigma social.
El hospital y la capilla fueron construidos entre los siglos XII y XIV. En el XVIII, se reformó y amplió con nuevos edificios, lo que dio pie a mutilar la fachada románica de la capilla e incluso ocultarla con una falsa cubierta que la igualaba con los inmuebles colindantes. Como consecuencia, la capilla estuvo durante más de un siglo oculta a los ojos de los barceloneses, que en su gran mayoría ignoraron su existencia. El campanario fue tuneado como reloj público, y el ábside, que da a la calle Sant Llàtzer, también quedó oculto con unos lavaderos públicos y edificios hoy desaparecidos.
La leprosería fue trasladada a Horta en 1906 y la capilla mantuvo su uso religioso hasta 1913, cuando fue desacralizada y destinada a usos civiles.
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