Algunos laboratorios farmacéuticos anteponen sus intereses por encima de todo, incurriendo en prácticas contrarias a la competencia. Elevar exageradamente los precios de medicamentos que tienen en exclusiva, maquinar para eliminar competidores o retorcer normas y autorizaciones para que les sean favorables son algunas de esas prácticas anticompetitivas.OCU, como otras organizaciones de toda Europa, lleva años denunciando esos abusos, y el resultado es que algunas compañías han sido desenmascaradas y obligadas a pagar multas millonarias. Pero a menudo llegar hasta a eso supone muchas investigaciones y largos y complejos procesos.
Maquinar para evitar la competencia de los genéricos
Los laboratorios innovadores ponen en el mercado nuevos medicamentos. Las moléculas pueden tener una patente de 20 años y el laboratorio tiene la exclusividad de la venta durante 10 años, pero pasado este tiempo, otros laboratorios pueden poner en el mercado medicamentos genéricos. La competencia se traduce en un descenso de precios.
En ocasiones, algunos laboratorios maquinan para evitarlo: o bien llegando a acuerdos con el productor del genérico para que no lo saque al mercado (como sucedió con el genérico Durogesic de Sandoz, a quien Johnson&Johnson pagó para que no lo pusiera a la venta) o para retirar los genéricos y seguir vendiendo el original (como pasó con el citalopram de Lundbeck); o bien retirando un producto antes de que caduque la patente, para relanzarlo con algún cambio (como hizo AstraZeneca con sus cápsulas de omeprazol). Todas estas compañías fueron multadas con millones de euros.
Imponer precios abusivos a los fármacos
Subir en exceso los precios de determinados fármacos es otro de los abusos de las farmacéuticas que afecta directamente a los sistemas nacionales de salud y a los consumidores.
Esto es lo que sucedió con varios medicamentos para el cáncer de Aspen: la compañía infló sus precios, y a los países que se negaron a pagar la subida, les cortó el suministro de estos medicamentos. Al final Aspen ha reconsiderado su decisión y ha propuesto bajar los precios.
Otro caso distinto es el de Avastin y Lucentis. Lucentis es un medicamento empleado en enfermedades oculares fabricado por Novartis, muy caro. Se trata de una molécula muy similar a la de Avastin, un fármaco contra el cáncer de Hoffmann-La Roche, 100 veces más barato. En realidad ambos medicamentos admiten ambos usos, pero los laboratorios se pusieron de acuerdo para generar dudas sobre el uso de Avastin en oftalmología. Tanto en Italia como más recientemente en Francia se multó a las dos compañías. OCU denunció el caso en España, pero la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que es el organismo que regula la competencia en España, no encontró motivo alguno para multar aquí a las compañías.
Buscar nuevos usos a moléculas que ya existen… y cobrar por ello
Algunos laboratorios se han aprovechado de los incentivos que ofrecen los reguladores para fomentar la I+D en medicamentos huérfanos para conseguir 10 años de exclusividad de mercado y subir los precios de venta. (Medicamentos huérfanos son los destinados a tratar las llamadas enfermedades raras, que son muy poco frecuentes). Es el caso de Lediant, que se está investigando, o de Namuscla, de los laboratorios Lupin que, al encontrar un nuevo uso, cambió de nombre comercial y dosis, pasando de costar menos de 3 euros el envase de 30 cápsulas de 200 mg, a más de 65.000 € el tratamiento por persona y año en los países dónde ya se comercializa.
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