El "no" que la doctora Frances Oldham Kelsey le dio a una compañía en 1960 ha sido uno de los más poderosos en la historia de la industria farmacéutica. Con su negativa ayudó a "salvar, quizás, a miles de personas de la muerte o de una incapacidad de por vida", dice la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés).Cuando la médica comenzó a trabajar en esa organización, le dieron lo que parecía ser una solicitud "fácil" de procesar. Se trataba de un fármaco que inicialmente se había comercializado como sedante en Europa, a finales de los años 50, y después para aliviar las náuseas durante el embarazo. Para 1960, el medicamento era accesible en decenas de naciones.
Pero Kelsey le bloqueó el camino a la compañía que lo quería vender en Estados Unidos porque no estaba satisfecha con la evidencia presentada sobre su inocuidad. Varios meses después emergería un vínculo terrible que la comunidad científica internacional desconocía: la talidomida causaba daño severo en los fetos.
Fueron al menos 10.000 niños que nacieron con diferentes malformaciones. Algunos sin brazos, otros sin piernas. Se teme que muchos otros murieron en el útero. La tragedia golpeó a familias de más de 45 países.
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