Una más. No hay duda. La veo entrar por la puerta sostenida por su madre, con los ojos cerrados cubiertos por una secreción amarillenta y una tos que huye de su boca. Me acerco, con su permiso levanto con delicadeza la camiseta buscando un exantema por su tronco, acerco mi mano a su piel para poder palparlo y poder sentir cómo arde su cuerpo.
Fiebre, conjuntivitis, tos y exantema. No necesitamos nada más para confirmar que se trata de un caso más de sarampión. Ella es Frehiwot. Es la duodécima niña que aparece con los mismos síntomas desde que hemos empezado el día y no son más que las once de la mañana. Ayer más de veinte niños con estos síntomas. Cifras que se mantienen así desde las últimas semanas.
El hospital rural de Gambo en el que nos encontramos, situado al sur del país, en la región de la Oromía; se encuentra colapsado y desbordado.
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La joven Meseret ingresó hace cuatro días con un sarampión grave complicado con afectación respiratoria. Lucha contra la muerte en cada respiración encontrándose cada vez más extenuada en un partido sin descanso ni tiempo muerto. En cada respiración se le dibujan las costillas clavándose en el pecho, signo del esfuerzo al límite de los músculos para abrir todo lo posible la caja torácica y poder expandir al máximo los pulmones exprimiendo al máximo cada bocanada de aire.
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El aire preciado, el aire que da vida, el oro en forma gaseosa, el oxígeno; es un recurso escaso en los hospitales rurales como Gambo. Me gustaría poder ofrecer a Meseret todo el soporte respiratorio que necesita. Pero todo cuanto tenemos son escasos cilindros de oxígeno y no disponemos de ningún respirador.
Ahora mismo hay diecisiete niños que requieren oxigenoterapia pero no disponemos de diecisiete cilindros, situación que nos obliga a optimizar los recursos. Ante esta situación, no nos queda más remedio que calcular todos los que necesitan oxígeno y priorizar entre los que están más graves y tienen posibilidad de supervivencia. Una de ellas es Biftu, que sigue luchando por conseguir aire exprimiendo sus músculos y pulmones en cada respiración.
Es una situación muy dramática, es una emergencia humanitaria de la que nadie habla.
Debemos priorizar a los niños y adultos que más lo necesitan. En cuanto mejoran los retiramos para beneficio de los que han empeorado. Estamos sufriendo una epidemia silenciosa, que no aparece en los medios de comunicación.
Y quiero invitaros a parar. A levantar la mirada de nuestras cuatro paredes y alzar la mirada más allá de nuestro ombligo. Porque mientras tanto, la vida sigue, empieza y acaba en otros lugares, como en Etiopía, donde niñas como Meseret o Biftu luchan por respirar, por culpa de un virus llamado sarampión que se podría haber evitado con una vacuna, y tratado de manera óptima si se disponen de suficientes recursos sanitarios y oxígeno.
No estamos ante una enfermedad desconocida que no sabemos evitar, ni con una elevada mortalidad entre personas mayores. Nos encontramos ante una enfermedad bien conocida, que afecta principalmente a niñas y niños, y para la que existe una prevención en forma de vacuna muy eficaz. Estamos ante la epidemia silenciada de sarampión.
Desnutrición, neumonía, deshidratación, de sarampión, de tuberculosis, malaria, VIH siguen siendo los asesinos de las niñas y niños menores de 5 años en las zonas rurales de Etiopía y de muchos otros países del continente olvidado y silenciado.
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