Grup d'educació
Derecho a la salud
> Índice de textos

El cólera de 1865 en la Casa de la Caridad de Barcelona

Guillermo Bruguès. Historia de la Casa de la Caridad, Barcelona 1361-1957. Autoedición, 1996 (p. 74 a 77)
A comienzos de la invasión del cólera, en septiembre de 1865, se procuró mejorar la calidad de la comida, se cuidó de la limpieza y el aseo, se otorgaron licencias temporales a todos aquellos que las solicitaran y se cerró rigurosamente la Casa para que no pudiese entrar ninguna persona extraña, víveres o bebida. El cólera tardó en penetrar en la Casa, pero acabó afectando a 42 hombres, 116 mujeres, 96 niños y 76 niñas; falleciendo 44 varones y 106 hembras, entre ellas tres hermanas. La invasión del cólera fue en aumento y el día 7 de septiembre se llegó a temer por la vida de todos los enfermos y convalecientes. Los médicos hacían tres visitas al día y los enfermos, tras la cena, tomaban una infusión de flor de manzanilla con gotas de azahar.

(...)

En la Institución estaban sucediendo hechos injustificables que nunca antes se habían denunciado. Las condiciones eran precarias, había mucho descuido y por ello morían tantos asilados. Se encontraban todos mezclados, los enfermos con los sanos. Se producían contagios de sarna, tiña, escrofulismo y tisis, entre otras infecciones. Las mismas enfermedades infecciosas, el aliento, los contactos corporales, las camas de tablas unas junto a otras, los descuidos de higiene corporal, la ropa que un día cubría a una persona y al día siguiente a otra, el contacto de las comidas... todas estas condiciones y demás descuidos provocaron la enfermedad entre los asilados, cuando no la muerte. Estos hechos fueron criticados por las personas ajenas a la Casa.

A lo largo de 1866, el cólera se extendió y junto con las demás enfermedades, siguió ocasionando muchas muertes. De una población de 2.500 asilados, falleció la cuarta parte, cuando falsamente se iba proclamando que se disfrutaba en la Casa de una salud satisfactoria.

(...)

La Casa de la Caridad reunía demasiados asilados para que la Institución funcionase correctamente. La salud, la comida, la debilidad, la vestimenta y la falta de aire puro dificultaron su buena marcha. Los asilados tenían que soportar situaciones de hacinamiento y llevar una vida de dolor y muerte. En este período que el cólera anunciaba tanta desgracia, la Junta de la Casa fue previsora: dispuso que se blanquearan los dormitorios, cuidó de la higiene, mejoró la alimentación y controló las entradas de personas, así como de víveres y bebidas.

(...)

Poco después de la invasión del cólera, el gobernador civil se presentó en la Institución acompañado del mejor médico y otras personalidades entendidas en la materia. En primer lugar visitaron las pocas enfermerías que estaban totalmente acabadas y más tarde las que acogían a enfermos de forma provisional. Estas autoridades se informaron del estado de gravedad de los enfermos y de las medidas preventivas adoptadas. A continuación visitaron la cocina general, examinaron la calidad de los alimentos y probaron la sopa que se servía a los asilados. El gobernador, junto con el obispo, el concejal y un químico del ayuntamiento visitaron varias veces el Establecimiento durante el período de la epidemia del cólera. La enfermedad aumentaba, hasta el punto de llegar a temer por la vida de todos los enfermos.

En cada uno de los dormitorios, recientemente construidos, cabían unos ochenta enfermos. No hubo tiempo de levantar salas para las enfermas y tuvieron que ser destinadas a las salitas que funcionaban como escuelas para los niños, y a una cuadra contigua donde tenían que levantar un tabique para separar a los enfermos de los sanos. Los afectados fueron muchos y las muertes también. Se improvisó en un extremo de la Casa un departamento para ciento veinte enfermas, sobre un solar de un descampado sin edificar. El sol les tocaba el rostro todo el día, el único consuelo de la Junta es que disponían de una ventilación sana. El 2 de septiembre se fumigó con ácido fúnico el aire de las enfermerías y demás salas, para posteriormente fumigar con azufre. Mientras tanto, el cólera invadió el departamento de las sarnosas, creyendo conveniente desocuparlo y cerrarlo.

El cólera atacó preferentemente a mujeres, niños y personas débiles o enfermizas. Aquel año resultó caótico, ninguna persona estaba preparada para prevenir tantas muertes, por esta razón, el gobierno y los medios de comunicación criticaron el mal estado de la Casa de la Caridad, su fragilidad y su falta de organización. Aquel año también murieron muchos asilados a causa de enfermedades comunes, ante el hecho de prestar sólo atención a la epidemia del cólera.

(...)

Durante el año 1868 la tisis y el escrofulismo provocaron la muerte de 384 asilados. En realidad, la Junta estaba disgustada por el cariz que tomaron los acontecimientos. Faltaba una detenida investigación y unos médicos que socorrieran y auxiliaran, haciendo uso de sus experiencias. Después de estar tantos años proclamando que la Casa de la Caridad ayudaba a aquellos que eran verdaderamente pobres y que era la única institución que curaba a los desvalidos, acogiendo a los abandonados, huérfanos, incurables, locos fatuos, pordioseros, ciegos y sordomudos, se comprobó que la Casa no estaba preparada ni tenía espacio para tantos indigentes.

 


^ INICI / INICIO