Esa recomendación, que por venir de quien venía era en realidad una orden, forma parte de una carta que Catalina la Grande escribió el 20 de abril de 1787. La emperatriz se encontraba en un viaje a Crimea, y el Imperio Ruso y otros países de Europa sufrían una de las habituales epidemias del siglo XVIII, en ese caso de viruela. En la misiva, daba instrucciones al conde Piotr Rumiántsev, gobernador de la Pequeña Rusia (una región del Imperio Ruso en lo que hoy es Ucrania) sobre cómo organizar una efectiva campaña de inmunización.
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En la carta que remitió al mariscal de campo Rumiántsev, Catalina II aseguraba que la inmunización a nivel estatal era necesaria, sobre todo para proteger a la población más vulnerable.
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Una de las tareas más importantes debe ser la introducción de la inoculación contra la viruela, que, como sabemos, causa un gran daño, especialmente entre la gente común, se lee en la carta que se puede visitar estos días en la galería de la finca de los Zúbov, un histórico palacete de esa misma época.
La emperatriz rusa, que a pesar de nacer alemana gobernó el Imperio Ruso entre 1762 y 1796, no obligó a los rusos a vacunarse. Sabía que el pueblo se rebelaría contra esto, dijo MacDougall. Nada más actual. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha hecho no pocos llamamientos a la población para que se vacune. Y el Gobierno hace equilibrios para forzar a los ciudadanos a pasar por la aguja (incentivos, mediocastigos y actualmente se prepara el pase covid con código QR para transporte y zonas de ocio), pero sin que llegue a ser obligatorio. A pesar de que Rusia registró la primera vacuna del mundo contra el coronavirus (la Spútnik V), hasta el pasado lunes solo un 36,7 % de la población ha recibido la pauta completa.
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La viruela o la peste fueron epidemias habituales en el siglo XVIII europeo. El rey francés Luis XV falleció a causa de la primera en 1774.
La emperatriz rusa tenía miedo de morir de viruela, e hizo ir a Rusia a un médico de Inglaterra para que la inoculara contra esta dolencia. Fue la primera persona en Rusia en hacerlo, en octubre de 1768, en pleno apogeo de la epidemia que azotaba el continente.
En esa época se utilizaba el método de la variolización, una técnica usada antes de la invención de la vacuna por el británico Edward Jenner. Consistía en extraer material de la pústula de una persona enferma, que luego se inyectaba a una persona sana a través de pequeñas heridas en un brazo o pierna para que pasara la enfermedad de forma leve. Jrómov explicó que a la emperatriz se le administró una muestra de un niño. Estuvo varios días con fiebre y luego se recuperó. La tasa de mortalidad entre los vacunados de esta manera era en esa época de un 2 %, veinte veces menor que entre quienes no se variolizaban.
Igual que el coronavirus en este siglo XXI, en el XVIII la viruela era devastadora. Sabedora de lo mortífera que era aquella pandemia, Catalina la Grande de Rusia era una firme partidaria de inmunizar a la población. De hecho, fue la primera persona en el imperio ruso que lo hizo, en 1768.