El ataque fue descubierto a tiempo y se evitó que el agua alterada llegara a la red pública de distribución. Quedaba incluso una barrera de protección automática que mide los niveles de pH y que muy posiblemente habría evitado que el agua contaminada saliera de las instalaciones, aunque no fue necesario que funcionara.
La intrusión fue posible porque los técnicos de la planta de tratamiento de aguas de Oldsmar utilizan un software, TeamViewer, muy popular para obtener acceso remoto completo a los ordenadores de una instalación. Uno de los empleados de la instalación observó que en una pantalla se movía solo el cursor y estaba operando los niveles de los productos químicos. El trabajador avisó, y el ataque fue frustrado, aunque no se pudo localizar al atacante. El protocolo de seguridad de la planta de tratamiento de aguas era extremadamente débil.
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Un ataque a una infraestructura crítica puede ser muy peligroso. La central nuclear de iraní de Natanz ha sufrido al menos tres ataques informáticos que han dañado sus instalaciones de enriquecimiento de uranio. Una fue en el mes de abril pasado, otra en julio del 2020 y una anterior diez años antes. Irán atribuyó los ataques a Israel.
En contraposición, autoridades israelíes desvelaron el año pasado que, en pleno confinamiento en abril del 2020, se produjo "un ataque sincronizado y organizado" contra una planta de tratamiento de agua para el consumo humano en Tel Aviv. El atacante se hizo con contraseñas para intentar incrementar de forma remota la cantidad de cloro vertida al agua. La prensa de Israel atribuyó el incidente a Irán. Las guerras modernas se libran hoy también detrás de una pantalla y un teclado.
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