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Durante años, el régimen comunista esterilizó sin consentimiento a miles de mujeres gitanas cuya descendencia era "indeseada". De esta forma, se pretendía controlar las "elevadas e insalubres" tasas de fertilidad de las mujeres cíngaras. Pero la práctica no terminó con la caída del Muro. Según varias ONG de la zona, las trompas de cientos de romanís han sido ligadas desde 1989. El último caso registrado tuvo lugar en el reciente año 2003.
El ministro Kocab
ha insistido en que, a partir de ahora, las mujeres que sean esterilizadas
lo hagan bajo su consentimiento escrito y expreso y siendo bien conscientes
de lo que hacen. Y es que, según han denunciado varias organizaciones
-como la Liga Checa de Derechos Humanos o Life Together-, muchos médicos
han presionado a parturientas gitanas para que se dejasen esterilizar,
consiguiendo muchas veces su consentimiento en circunstancias dudosas.
Testimonio en primera
persona
Así fue en el caso de la romaní Helena Ferencikova, quien lo detalló en primera persona a EL MUNDO en la localidad checa de Ostrava. "Empecé a tener los síntomas del parto. Con 19 años, era mi segundo bebé. Yo quería tener tres hijos. Me dieron unos papeles. Empecé a leerlos. Estaba escrito el nombre del niño, los datos de mi familia... Tenían que hacerme una cesárea. Los firmé rápido, pues tenían que meterme corriendo en el quirófano", relató.
"Uno de ellos", prosiguió, "debía de ser el permiso para ser esterilizada, pero yo ni siquiera sabía lo que significaba esa palabra. Al día siguiente me dijeron que nunca más tendría hijos. Mi marido montó en cólera".
La Liga checa de Derechos Humanos ha dicho que el pesar del Gobierno es insuficiente y pide que se compense económicamente a las afectadas.
Sin embargo, desde el Gobierno se ha respondido: "El Gobierno no pide disculpas [sólo lamenta] porque no es responsable de lo ocurrido".