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La denuncia se presentó en la comisaría de policía sevillana un día por la noche tras cerrar el establecimiento. El dueño del negocio descubrió un descuadre de 10.000 pesetas en las ventas del día. Preguntó al empleado que estuvo toda la jornada en la tienda y éste no dudó en culpar a unas gitanas que entraron en el establecimiento aquel mismo día por la mañana.
Preguntado el perspicaz empleado por la policía con el fin de identificar y detener a los autores del robo, no dudó en decir que habían sido dos gitanas que, efectivamente, habían entrado en la filatelia aquel día por la mañana. La policía, en cumplimiento de su misión, y con el fin de obtener cuantos más datos mejor para hacer posible la detención de tan selectas ladronas gitanas, anotó cuidadosamente las explicaciones del empleado, quien sin ningún género de dudas las identificó como gitanas por su vestimenta a la usanza de estas personas, porque la mayor llevaba un niño en brazos apoyado en el cuadril y porque a su juicio iban sucias. Más adelante, presionado por los investigadores, que querían sabercómo se había desarrollado el robo, el empleado --suponemos que "gachó", aunque el cronista no lo especifica-- dijo que él no vio cómo la gitana más joven se ponía junto a él en el interior del mostrador y abría la caja registradora a pesar del sonido de campanitas con que esas viejas máquinas anunciaban la apertura del cajón porque la gitana mayor, gran experta en el arte que trata del conocimiento y colección de los sellos, le tenía ocupado con sus preguntas técnicas.
Efectivamente. según se recoge en la referida crónica, la vieja gitana. siempre según el vendedor de sellos, era una perfecta conocedora de los secretos de la filatelia que en nada envidiaría a muchos hombres famosos que encontraron placer y descanso en esta afición, como los reyes Jorge V y VI de Inglaterra o el mismo Franklin D. Roosevelt, quien reconoció una vez: "Debo mi vida a las aficiones, especialmente a la filatelia". La experta gitana se interesaba, de acuerdo con el lenguaje propio de los filatélicos, por sellos roleteados, es decir los trepados sin desprendimiento de las partículas del papel.
A la policía no le fue difícil encontrar a las dos mujeres, sobradamente conocidas en el barrio, que de vez en cuando entraban en los establecimientos públicos, especialmente bares y restaurantes, solicitando una limosna. Ambas mujeres. por desgracia para ellas, eran analfabetas.
Pero hasta aquí la noticia no habría tenido nada de sorprendente a pesar de la torpe coartada del vendedor de sellos. Lo verdaderamente curioso es que el periódico titulara a cuatro columnas que "Una gitana roba 1 0.000 pesetas en una céntrica filatelia" y que en esa misma página, al pie y a una sola columna, se diera la noticia de que aquel mismo día unos ladrones bien organizados habían desvalijado uno de los pabellones de la feria de muestras, llevándose un camión lleno de aparatos electrodomésticos.
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