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Desesperado, sin seguro médico y dos niños, Bryon Widner y su mujer investigaron sobre la forma de eliminar tatuajes en la cara, sólo para descubrir que es una práctica muy peligrosa y que pocos médicos la practican. Además, era imposible de pagar. Winder llegó a plantearse aplicar ácidos sobre su cara para eliminar las marcas de un pasado que le tenía atrapado.
Ante esta situación, su mujer decidió ponerse en contacto con asociaciones que tratan a personas que han estado en grupos violentos y racistas. La historia de la familia les conmovió tanto que les prometieron que buscarían a un donante que quisiera pagar una operación valorada en 35.000 dólares. A los pocos meses una mujer anónima decidió ayudarles.
El tratamiento, a base de láser, fue largo y doloroso, pero tras 16 meses, la cara de Widner volvió a estar limpia: ni rastro de tatuajes. Tras años de sufrimiento, este padre de familia logró desembarazarse de un pasado marcado por el odio racial y conseguir un trabajo con el que mantener de forma digna a su familia.