Racismo | > Índice de textos sobre racismo |
La rigidez y severidad del régimen de Corea del Norte causan escalofríos. Los bebés norcoreanos tienen su destino marcado antes de nacer, en función de la fidelidad que sus padres o sus abuelos profesen al líder del país más aislado del planeta.Esta realidad, que señala a los niños norcoreanos desde su más tierna infancia, tiene su origen en en el llamado Songbun, un sistema de castas por el que las autoridades de Pyongyang clasifican a sus 23 millones de habitantes.
Se trata de un método cruel. De un procedimiento por el cual los líderes norcoreanos dividen a todos los ciudadanos en tres grandes castas hereditarias en función de su mayor o menor lealtad al régimen, teniendo en cuenta los antecedentes familiares, señala Yonhap, que cita un informe del Comité para los Derechos Humanos en Corea del Norte.
Según este documento de 131 páginas, que lleva por título Marcado de por vida: Songbun, sistema de clasificación social de Corea del Norte, Pyongyang ordena a todos los norcoreanos en "leales", "vacilantes" y "hostiles". Se trata de tres castas, subdivididas en 51 categorías, que escapan totalmente al control de todos y cada uno de los ciudadanos del país, pero que marcan su vida.
Y es que según este informe, el Songbun "permite al régimen de Kim Jong Un establecer las prioridades o discriminaciones en todos los programas de bienestar social, empleo, vivienda o alimentos, en función de la categoría asignada a cada persona".
Se trata de una división de la cual es muy difícil escapar. Se puede descender, pero es prácticamente imposible ascender. Y es así porque los que forman parte de la casta de los "leales" son descendientes de quienes combatieron junto a Kim Il Sung, el padre de la patria y Presidente Eterno del país.
Aquellos que lucharon contra el dominio colonial japonés desde 1910 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, así como los que pelearon en la guerra de Corea de 1950-1953.
Son los que tienen derecho a residir en Pyongyang, prioridad en el acceso a la vivienda, a los alimentos, a los tratamientos médicos, a la educación y al empleo.
En las antípodas de este colectivo está la casta de los norcoreanos "hostiles". Son los que peor lo tienen. La integran los descendientes y familiares de los que colaboraron con los japoneses o lucharon contra Kim Il Sung, así como aquellos cuyas familias han huido a Corea del Sur o tienen parentesco con empresarios, religiosos o terratenientes surcoreanos.
Todos ellos están castigados de por vida. Se les asignan los trabajos más peligrosos y duros en las regiones más remotas del país, reciben raciones de alimentos más escasas y son discriminados durante toda su vida, desde su admisión en una escuela a su matrimonio.
Finalmente, en una situación de ansiedad permanente se hallan los que forman la casta de los "vacilantes".
Engrosan este grupo las familias de los artesanos, los comerciantes, aquellos que han vuelto al país procedentes de China y los llamados intelectuales que se educaron bajo el dominio japonés. Todos ellos están empleados en trabajos de bajo nivel y vigilados de cerca.
No se les considera enemigos del régimen, pero sí sospechosos y, por tanto, candidatos a caer en desgracia política y arrastrar con ello a toda su familia y descendientes.
Este esquema social, de constante exigencia de fidelidad al líder, fundado por Kim Il Sung y mantenido por Kim Jong Il, permitió a este pasar el poder a su hijo Kim Jong Un y crear la única dinastía comunista del mundo.