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El Senado lamenta la cruel práctica aplicada impunemente a los negros en el sur. Entre 1882 y 1968 se estima que fueron linchadas casi 5.000 personas, el 72% de ellas, de raza negra
Los estadounidenses no descubrieron el terrorismo el 11-S, ni tampoco unos años antes con la bomba de Oklahoma City. La historia del país presenta manchas ignominiosas de cruel violencia sistemática y flagrantes injusticias, unos crímenes bendecidos en su día por los grupos sociales dominantes y por el poder. Una de esas prácticas fueron los linchamientos, aplicados con especial frecuencia y saña contra la minoría negra en los estados sureños. "El linchamiento era una forma de terrorismo practicado por norteamericanos contra otros norteamericanos", afirmó la senadora demócrata de Louisiana Mary Landrieu, una de las promotoras de la histórica declaración que se disponía a votar esta madrugada la Cámara Alta para pedir perdón por no haber prohibido nunca las ejecuciones populares, que siguieron realizándose hasta los años sesenta del siglo pasado.La resolución senatorial, que contaba con el apoyo previo de una amplia mayoría de los legisladores, reconoce que los linchamientos fueron un crimen que "siguió a la esclavitud como expresión última del racismo en Estados Unidos". Se estima que, entre 1882 y 1968, fueron linchadas en Estados Unidos casi 5.000 personas, el 72 por ciento de las cuales eran de raza negra. Estados como Mississippi, Georgia, Louisiana, Texas y Alabama encabezaban la lista de linchamientos. Estas acciones bajaron en picado a partir de los años cuarenta.
Siete presidentes, desde Benjamin Harrison en 1891, intentaron prohibir los linchamientos mediante una ley federal, pero el Senado siempre se opuso. Durante seis semanas, en 1938 y 1939, senadores sureños bloquearon la aprobación de la ley con el argumento de que suponía una intromisión inaceptable en las competencias de los estados. El actual senador George Allen, de Virginia, cofirmante de la propuesta, cree que la declaración de perdón es "simplemente el reconocimiento de una sórdida parte de nuestra historia", que incluye "épocas en las que hemos fracasado en la protección de los derechos y libertades individuales".
Tenían previsto asistir como invitados a la sesión del Senado familiares de personas que fueron linchadas, e incluso el único superviviente conocido de una ejecución popular. Se trata de James Cameron, de 91 años, quien fue salvado en el último momento cuando iban a lincharlo en Marion (Indiana). Tenía 16 años y lo habían vinculado con un asesinato, precedido de un atraco. Ya le habían atado la soga al cuello y había empezado a rezar cuando alguien entre la multitud gritó que el muchacho era inocente. Luego le condenaron sólo por el atraco. Hasta hoy mantiene su inocencia.
Los linchamientos fueron durante mucho tiempo espectáculos casi circenses. Se anunciaban en los periódicos, había trenes especiales para transportar al público, las escuelas cerraban para que los niños pudieran asistir y había tenderetes de comida y refrescos. Incluso se editaban luego postales de recuerdo y había quien, si no le bastaba un pedazo de soga, amputaba orejas u otros miembros de los ejecutados para llevárselos como souvenir. Uno de los últimos casos más brutales sucedió en Mississippi. Un muchacho de sólo 14 años, Emmett Till, fue torturado y ejecutado. La única prueba en su contra fue haberle visto silbar a una mujer blanca.