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Tamaña estupidez de la superioridad blanca la destrozó definitivamente Jesse Owens, un negro de Alabama, profundo sur, criado en la indutrial Ohio, que en los mismos bigotes de Hitler derrotó a todos los arios que le pusieron por delante y ganó cuatro medallas de oro -100 y 200 metros, longitud y relevos 4x100- en los Juegos de Berlín en 1936. Se convirtió en un ídolo en la capital alemana de la preguerra, en Nueva York le recibieron como a un héroe, pero pocos días después tuvo que utilizar el ascensor de servicio para asistir a una recepción en su honor en el Waldorf Astoria. Solo, discriminado, pobre de nuevo, sufrió la segregación racial. "Cuando volví a mi país nativo, después de todas las historias con Hitler, no podía viajar en los asientos delanteros del autobús, tenía que entrar por la puerta trasera", contó años más tarde. "No podía vivir donde quería. Hitler se negó a estrechar mi mano, pero tampoco me invitaron nunca a la Casa Blanca para dar la mano a mi presidente".
Pocos años después de la simbólica actuación de Owens en Berlín, en 1942, Jackie Robinson, deportista negro, nacido en Georgia, profundo sur, y criado en Pasadena, California, fue sometido a un consejo de guerra porque, durante su servicio militar en Tejas, se negó a obedecer una orden para sentarse en la parte trasera de un autobús. Robinson, magnífico jugador de béisbol, fue absuelto. Dejó el ejército en 1944 y, cuando quiso empezar a ganarse la vida jugando al béisbol, debió someterse de nuevo a la segregación. Desde comienzos de siglo, las grandes Ligas estaban reservadas a los blancos. Para los demás estaban la Liga de latinos y las de negros. En los Kansas City Monarchs, de las Ligas de negros, estaba jugando Robinson en 1945 cuando recibió la llamada Branch Rickey, el mánager de los Dodgers de Brooklyn, uno de los equipos de las grandes Ligas. Rickey abogaba por la integración racial y buscaba fichar a un jugador capaz de soportar la hostilidad que se preveía. Después de un año de aclimatación en las Ligas menores, en abril de 1947 Jackie Robinson vistió por primera vez el uniforme de los Dodgers, el primer jugador negro de las grandes Ligas. Los primeros años, Robinson aguantó estoico insultos y agresiones. No respondía a nadie. Pero en 1949 empezó a cargar su discurso contra el racismo. Criticó las leyes que imponían la segregación en el sur, promovió la integración en todos los órdenes de la vida. Ganó su batalla. Fue la punta de lanza, abrió la puerta. Derribó la primera barrera.
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