El centro de
pruebas conocido como 'la fábrica' fue usado intensamente durante
los ochenta
En medio del desierto iraquí,
en una localidad llamada Muthena, a unos 40 kilómetros al oeste
de Samarra, se levantan los restos de lo que oficialmente era una fábrica
de pesticidas pero que en realidad, según aseguran represaliados
políticos iraquíes, servía para experimentar los efectos
en el ser humano del armamento químico que poseía Irak. Al
menos durante la década de los ochenta, durante la guerra con Irán
en la que se empleó material de este tipo, los conejillos de indias
de los ingenieros químicos iraquíes fueron condenados a muerte.
La fábrica de Muthena, conocida en el ambiente carcelario iraquí
simplemente como la fábrica, contaba con unas modernas instalaciones
bajo la dirección de uno de los ingenieros preferidos de Sadam Husein,
Fahad al Daruk. Hasta allí eran llevados condenados a muerte que
nunca más retornaban a sus cárceles de origen, aunque otros,
que tenían más suerte, eran sometidos a experimentos menos
severos y a su regreso contaban a sus compañeros de encierro lo
que habían presenciado. Así lo relatan Alí y Fátima
al Iraq, los seudónimos que emplea un matrimonio para firmar el
libro que han escrito y publicado -Memorias de una presa política-
donde se relatan las torturas y muerte sufridas por más de 130 mujeres
en la cárcel bagdadí de Rechad durante los años ochenta.
Fátima permaneció encerrada en prisión entre 1980
y 1986 y ahora se encuentra en el exilio en Teherán, donde ha publicado
el libro que hasta la guerra circulaba clandestinamente por Irak. Alí,
un ingeniero químico de 45 años, permanece con parte de la
familia en Bagdad.
"En Rechad había
condenadas a muerte y presas comunes", relata Alí. "Los golpes y
las torturas eran constantes y de vez en cuando se llevaban a algunas a
la fábrica. Casi nunca volvían". Sin embargo, algunas de
las que volvían contaban historias terribles de lo que ocurría
en el complejo. "Tenían unas cámaras transparentes donde
metían a los presos e introducían los productos químicos
a través de tuberías, otras veces les inyectaban a las presas
directamente las sustancias y esperaban a ver las reacciones. Los cadáveres
nunca eran entregados a las familias, sino enterrados en fosas comunes".
Según el ingeniero
químico, probablemente se utilizaban en los experimentos sustancias
como el VX y otros gases nerviosos, que más tarde, producidos en
masa, eran empleados en el frente contra Irán. "Fahad al Daruk estaba
al frente de todo. Es un criminal muy brillante y estoy seguro de que en
aquel tiempo consiguió sustancias que ni los propios estadounidenses
saben hoy lo que son", asegura el coautor del libro.