Pena de muerte | > Índice de textos sobre la pena de muerte |
Eso
es bien poco.
Vivía
en una celda de dos por tres metros: oscura, húmeda, infestada de
ratas y cucarachas. Cuando me sacaban me ponían cadenas en los pies,
en la cintura y esposas en las muñecas. Salía al patio dos
horas el lunes y dos el miércoles si no llovía, pero para
los carceleros siempre amenazaba lluvia.
¿Por
qué no lo ejecutaron?
Cada
vez que se iba a firmar mi sentencia de muerte mi abogada apelaba. Eso
me compraba tiempo. Mi condena, basada en el testimonio de dos testigos,
era por robo a mano armada, sin pruebas. Un confidente de la policía,
un chivato, declaró que yo le había confesado el crimen e
implicó a un amigo mío que declaró 15 veces y se incriminó
en el caso.
¿Por
qué hizo eso?
Le
amenazaron con la silla eléctrica y sin tener nada que ver con el
caso les dijo lo que querían: que me llevó al lugar del crimen
y me recogió una hora y media más tarde. Llegó a un
acuerdo con el fiscal, tenía otros temas pendientes y sólo
le cayeron dos años.
¿Por
qué quería condenarle la policía?
Había
5.000 dólares de recompensa, la víctima era de raza blanca
y yo latino. El crimen fue horroroso, al hombre lo encontraron degollado
y con tres balazos. Necesitaban alguien que pagara por ello; así
es el sistema.
Se
debió volver loco.
Sentí
odio hacia el fiscal, el jurado, el juez y el abogado, porque me sentí
traicionado.
¿No
tenía coartada?
Sí,
y cuatro personas la corroboraron, pero eran negros, y cuando un negro
testifica para el Estado tiene credibilidad, hasta lo visten con traje
y lo afeitan. Pero cuando testifica para la defensa no tiene ninguna.
¿Qué
le salvó la vida?
Encontraron
una grabación en la que el culpable confesaba el crimen y se pusieron
a investigar a fondo. Descubrieron que el fiscal tenía 16 documentos
que corroboraban esa confesión y encontraron pruebas físicas.
La juez escribió un dictamen de 72 páginas criticando al
fiscal por la manera en que procesó el caso, a la policía
por la forma en que investigaron y a mi abogado.
¿Hubo
un nuevo juicio?
Sí,
me declararon inocente pero aparcaron el caso. El auténtico culpable,
otro confidente, fue asesinado por un policía. Por fortuna era un
bocazas y confesó el crimen a su esposa, a su hermana y a la propia
policía.
Cuénteme
cómo ha vivido estos años.
Muchas
veces he querido quitarme la vida. Le das cuatro sellos al preso encargado
de darte la comida y él teda una bolsa de plástico con la
que hacerte una soga.
¿La
hizo?
Lo
preparé todo y decidí acostarme un poquito antes de matarme.
Entonces soñé que de nuevo era un niñito feliz.
¿Qué
le hacía feliz?
Déjeme
terminar señora.
…
Yo
crecí en la isla de Puerto Rico. Caminaba cinco minutos al sur y
ahí estaba la playa más bonita del mundo. Soñé
que nadaba: el agua tibia, el cielo azul. Cuatro delfines jugaban a mi
alrededor y en la orilla una señora muy alegre me saludaba: mi querida
madre.
…
Y
ahí desperté, el camastro olía a marisco, a playa.
"¡Yo no quiero morir!", grité, y tiré la soga al váter.
Cada vez que pensaba en suicidarme, Dios me enviaba un sueño que
yo tomaba como señal, como si me dijera: "Sé que no lo hiciste,
pero yo controlo el tiempo. Saldrás cuando yo diga. Debes confiar".
Se
tomó años…
Diecisiete
años, ocho meses y un día para cambiar al hombre.
¿En
qué ha cambiado?
Todo
lo que tengo ahora en la mente es bueno, todo lo que quiero hacer es el
bien. Antes mi vida no me importaba nada, no apreciaba las cosas simples.
Pero cuando salí y me preguntaron qué quería ver…
"Yo lo que quiero ver es la luna, las estrellas, caminar descalzo sobre
la tierra, coger un niño en mis brazos y jugar con él", en
eso cambié.
¿Vio
morir a muchas personas?
Cuando
entré habían ejecutado a la décima persona y cuando
salí ya llevaban 51. Hoy, 67 solo en el estado de Florida. Y claro,
los conocía. Los condenados a muerte, esos que los fiscales llaman
monstruos,me enseñaron a leer, a escribir, a hablar inglés.
Y también a dejar el rencor y el odio atrás.
¿Qué
tipo de personas son o eran?
Algunos
culpables y otros inocentes. Pero hay algo que el mundo debe saber: cuando
los ejecutan no están matando a la persona que cometió el
crimen, han cambiado.
¿El
día más triste de su vida?
De
celda a celda nos contábamos los más íntimos sentimientos.
Aprendí a amar al compañero, ese que un día vienen
a buscar. Oyes como se carga la silla eléctrica, mmmmmm-mmm, 2.000
voltios. Todavía lo oigo. Y sabes el momento preciso en que queman
su alma porque la luz parpadea un instante.
...
El
día que salí de allí fue el más feliz, pero
también el más triste porque sabía que todas esas
personas que me habían ayudado iban a ser ejecutadas. Y por eso
lucho.