La
abolición de la pena de muerte estará profundamente amenazada
si no pagamos su precio, que es que las cárceles se conviertan en
verdaderos lugares de reinserción y dejen de ser la vergüenza
de nuestras democracias. Pero eso supone más dinero público
y más colaboración de todos. Si creemos que las cárceles
son sólo lugares de castigo y de palo (según la ideología
dominante en Estados Unidos, que también defienden bastantes funcionarios
en Cataluña), entonces a la larga la pena de muerte puede ser una
especie de eutanasia ante lo que les espera a algunos presos.