En la provincia de Fujián, en el este del país, fueron ejecutadas ayer nueve personas, mientras que un joven de 18 años fue condenado a muerte tras ser hallado culpable de vender mil pastillas de anfetaminas. A esta purga, considerada parte de la campaña contra la delincuencia Yanda (golpear con fuerza), se une la sentencia pronunciada el martes por un tribunal de la ciudad de Shenzhen, al sur de China, que condenó a la pena capital a cuatro traficantes.

La mayoría de las ejecuciones se realizan en China de un tiro en la nuca o en el pecho, aunque últimamente el Gobierno reconoce que se está introduciendo la inyección letal por razones humanitarias. En Shanghai, principal metrópoli china, tres personas fueron acusadas de traficar con drogas ante un público de más de 20.000 testigos y después fueron llevadas, atadas de manos, a un lugar apartado para ser ejecutadas. Los métodos utilizados en las ejecuciones han sido denunciados por numerosas organizaciones defensoras de los derechos humanos, entre ellas Amnistía Internacional (AI).

En la ciudad de Chengdu, al suroeste de China, nueve hombres fueron fusilados tras ser obligados a caminar ante una multitud que animaba con gritos de apoyo a la policía, que aprovechó el momento para quemar montones de heroína y éxtasis, En la provincia central de Anhui, otras dos personas fueron ejecutadas después de una concentración masiva en la que se leyeron en voz alta los delitos de los condenados, tal y como se hacía en los tiempos de la Revolución Cultural (1966-1976). En la región de Henan, en el centro de China, y en las ciudades de Pekín y Cantón, otras ocho personas fueron ejecutadas, la mayoría tras pasar por un juicio relámpago sin abogado defensor.

Según AI, el año pasado fueron ejecutadas en China más de 3.000 personas, cifra que dobla la del resto del mundo. No se descarta que en los próximos días haya más ejecuciones, ya que el Gobierno chino aprovecha el Día Internacional contra la Droga para dar a los narcotraficantes un castigo ejemplarizante a escala nacional.