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Morales, convicto del asesinato de una joven de 17 años en 1981, soportó una verdadera tortura psicológica en el corredor de la muerte. El lunes se canceló su ejecución al negarse dos anestesistas, por razones éticas, a estar presentes para garantizar que la inyección letal hacía el efecto esperado. El martes, después de que un juez ordenase acabar con la vida de Morales mediante una sola inyección intravenosa de barbitúricos administrada por un profesional médico, no fue posible convencer a ninguno para que participase en el trámite. Las autoridades penitenciarias reconocieron que se les había colocado en una disyuntiva muy difícil, pues a ningún médico o enfermero le gusta que figure en su historial su función como verdugo.
El caso Morales se complicó a raíz de que un juez, Jeremy Fogel, aceptó el argumento de la defensa de que el método de ejecución en California puede ser inconstitucional por representar un "castigo cruel e inusual". Como en otros muchos estados, se les inyecta a través de unos tubos tres compuestos diferentes: un tranquilizante, una sustancia para paralizar la respiración y otra para provocar un paro cardiaco. El proceso dura aproximadamente 10 minutos y los verdugos se hallan fuera de la cámara de ejecución. El juez ordenó explícitamente que estuvieran presentes anestesistas o que se le administrara directamente, por vía intravenosa, una sola inyección con una dosis mortal de barbitúrico. El magistrado requirió que eso lo hiciera un profesional médico con licencia. Los facultativos, respaldados por las asociaciones de médicos de California y a nivel federal, se han negado a asumir este papel por cuestiones morales y profesionales.
El reo fue avisado del nuevo aplazamiento apenas una hora antes de que fuera trasladado a la cámara de ejecuciones. Estaba en su celda, con su abogado. El portavoz de la prisión, Vernell Crittendon, les dio la buena nueva. "Sonrió, asintió con la cabeza y me dio las gracias", declaró Crittendon al diario Los Angeles Times.
Barbara Christian, la madre de la chica asesinada hace 25 años, mostró abiertamente su enfado por el aplazamiento. "Simplemente quiero sacarme esto de la cabeza y de nuestras vidas - dijo Christian-. Todo el sistema de justicia es ridículo. Las víctimas están sufriendo más que el asesino". Además añadió que "es como si alguien te golpeara el estómago. Estos años hemos vivido con un cuchillo en nuestro corazón y esto hace que el cuchillo esté aún más afilado".
En doce de los 50 estados de EE. UU., además del Distrito de Columbia - capital federal-, está abolida la pena de muerte. Hay otros, como Nueva York y Nueva Jersey, en los que se mantiene de forma teórica pero donde no se ha ejecutado a nadie desde hace decenios.